sábado, 24 de octubre de 2020

Nueva normalidad

Más de tres meses sin aparecer por aquí. Me quedé sin ganas de hacerlo y también sin inspiración. Y pese a no haber recuperado ninguna de las dos, esta mañana he sentido que era el momento de intentar retomar la costumbre de escribir. Hay cosas que cuanto menos haces, menos ganas tienes de hacer.

Escribo desde mi nuevo hogar desde hace tres semanas. Se trata de un pequeño apartamento ubicado en el barrio de la Barceloneta, en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona. Aquí comparto estrecheces junto a un buen amigo, pero a cambio tengo el mar mediterráneo a dos minutos andando, un privilegio al que espero sacar partido y valorar.
De lunes a viernes me desplazo al trabajo en bici. Lo hago por un carril bici que, desde prácticamente la puerta de casa, me lleva a una población de lo que algún día se conoció como "el cinturón rojo de Barcelona", un cinturón al que, a día de hoy y haciendo justicia a la innegable y vomitiva influencia que comportó por aquí la llegada de "Ciudadanos", ya se le llama cinturón naranja.
Sin duda alguna, el hecho de surcar en bici el litoral de Barcelona hasta el fórum y después el remodelado cauce del río Besós, me ayuda a mantener cierto optimismo y me aleja de atascos o de vagones atestados de rostros serios de los que solo puedo ver ojos y frente.
Hace tres semanas también que empecé a trabajar como enfermero en un centro de atención primaria, un centro que ya conocía y del que tenía buen recuerdo.

Corren tiempos raros y tengo sospechas de que trabajar como docente en este contexto, tal como conozco la profesión, me restaría años de vida e ilusión a marchas forzadas, y donde sí tengo claro que trabajar en un hospital me supondría algo así como un suicidio emocional.
Teniendo en cuenta que hace tres meses estaba en un paraíso terrenal de Colombia donde vivía ajeno a la pandemia y que, de no haberla habido, ahora estaría viajando en bici, ya por Italia quizás, en dirección al continente Asiático y sin rumbo fijo, lo cierto es que el hecho de adaptarme a esta nueva realidad un tanto insípida, me está suponiendo un pequeño reto.

Esta semana no ha sido fácil en lo profesional. Poner vacunas de la gripe en serie y hacer PCR'S como un autómata, me ha recordado a cuando trabajaba en cadenas de montaje de la industria de la automoción. Unido al monotema y a la histeria colectiva que el mismo provoca, todo ello ha hecho que me sienta como un estúpido eslabón de una cadena que mueve los engranajes del más absoluto sinsentido. Un sinsentido que no es nuevo y que solo ha supuesto dar una vuelta de rosca más al que ya existía. En fin, siendo todo temporal y pasajero, que todo sea sentirse algo inútil de vez en cuando.
Por otra parte, últimamente me ha dado la impresión de que la impronta que en mí dejaron algunas de las vivencias del año vivido en Sudamérica, se empieza a hacer patente ahora y ya en diferido. Pero esa es otra historia, u otras historias que quizás algún día se vean plasmadas en este espacio.