domingo, 20 de enero de 2019

"xerrada" y café en Manresa con Joaquim Amat Piniella: La vuelta del fascismo

Iba a escribir este post en Catalán, pero al final me ha vencido el ego, y la perspectiva de dificultar la lectura de este escrito a posibles seguidores de habla hispana y desconocimiento del idioma Catalán que, de vez en cuando, entran por aquí, me ha hecho desistir de la idea inicial.
A veces recuerdo a ese "yo" de hace 18 años que venía a estudiar fisioterapia aquí en Manresa. Más perdido en la vida que un daltónico jugando al Twister, duré poco en aquella carrera y fue una liberación dejar de coger cada día el tren que me traía de Olesa de Montserrat a la capital del Bages. Mi recuerdo de esta ciudad no era bueno, y cuando me planteé venir a vivir aquí, hace año y medio, por motivos, principalmente, prácticos y de proximidad a mi lugar de trabajo, no las tenía todas conmigo.
A día de hoy veo las cosas muy diferentes. Influye en ello el hecho de que encontré, de una forma bastante casual (suponiendo que la casualidad exista), un Loft en la última planta de un edificio del centro de la capital de la Catalunya central.
Una gran chica, compañera de trabajo y antigua inquilina de este "chiringo" durante unos cuantos años, me abrazó en una madrugada de un mes de julio y, bajo una fina llovizna mezclada con algunas lágrimas y alcohol, me dijo que en la vida todo sería temporal, y que la mayoría de personas que pasan por nuestras vidas serían compañeros/as, más o menos temporales, de un largo viaje que me iría llevando a escenarios y situaciones vitales que nunca antes hubiera imaginado, pero que siempre acabaría entendiéndolo todo y siendo feliz.
Un año después, me dijo que este lugar, al que ella llama el séptimo cielo y donde me decía haber sido muy feliz, estaba libre en aquel justo momento en que yo empecé a buscar, y que viniera a verlo.
Creo que no acabaré aquí mis días, pero ahora me gusta esta ciudad. Me gusta llegar desde la C-55 y entrar por la carretera de la Renfe, nombre por el que se conoce por aquí a una pequeña carretera secundaria, paralela al río Cardener, que entra a la ciudad serpenteando y ofreciendo la bonita visión de la colegiata Basílica de Santa María de la Seu.

Me gusta caminar por el casco antiguo, y cruzar sus calles y callejones de camino a la mayoría de sitios por los que me muevo. Cuando voy a la biblioteca del casino, cruzo la plaza Sant. Domènec y el "passeig de Pere III" y llego al bonito edificio que la alberga. Allí, siempre inmóvil e impertérrito al tiempo y a lo que le rodea, está Joaquim Amat Piniella ofreciendo un café y silla a quien lo pueda necesitar.
Es inevitable que repare en la estatua cada vez que paso por allí. En su día y sin saber quien era, "Quim" fue el tercer integrante de una bonita y divertida foto tomada en el transcurso de un paseo en una cálida tarde veraniega.
Actualmente, cada vez que le veo, pienso que debería imitarle y hacer por mostrarme más disponible para compartir un café y conversación con quien lo pueda necesitar en un momento dado.
La verdad es que lo estoy, pero a veces creo que es bueno hacerlo notar con algún gesto. Hay una frase que me gusta y que dice algo así como: "Lo que no se expresa, no existe". La verdad es que parte de razón tiene.
Una vez me senté con Quim y le acepté el café. Me estuvo contando que andaba algo preocupado últimamente.
Me dijo que en los años 30 fue dirigente de "Esquerra Republicana".  Acabó luchando en el bando republicano durante la Guerra Civil Española. Después huyó a Francia, donde fue internado en un campo de concentración de Argelès-sur-Mer. 
Como muchos republicanos españoles, en 1940 fue deportado por los alemanes al Campo de exterminio de Mauthausen, donde pasó cinco años, hasta que fue liberado y pudo retornar a Catalunya en 1946.
Comentamos que las cosas no han cambiado mucho. A día de hoy, otro dirigente de "Esquerra Republicana" lleva un año recluido en una cárcel por el fascismo Español, el cual siempre había estado ahí, agazapado aunque notablemente presente para cualquiera con un mínimo de ojo crítico, y que ahora parece perder la vergüenza y se desmelena orgulloso, aprovechando la euforia que le produce la entrada de un partido de extrema derecha en un parlamento autonómico, oficializando así la más absoluta y vergonzosa ignominia moral. Como dice Ignatius Farray: "La derecha siempre ha tenido muy claros sus valores de referencia: misa, cocaína, puticlub, robar y votar"

Acabamos la conversación con un fuerte apretón de manos y le dije: "Quim, jo no he nascut aquí i suposo que no puc sentir aquest tema de la mateixa forma que ho fas tu. De fet, no sé si moriré aquí a Catalunya, però et puc assegurar que em sentiré realment feliç si visc el dia en que la nostra terra sigui lliure i tanta injustícia i baixesa moral quedi enrere".

jueves, 3 de enero de 2019

Navidad en el país del sol naciente

Llegó la navidad, una época que no me gusta tanto como cuando mis abuelos estaban vivitos y coleando. Lo que se dice colear, coleaba mi abuelo, porqué mi abuela, a decir verdad, fue una mujer a la que le costó disfrutar de la vida, por decirlo de una forma suave.
Me la quería mucho y ella a mi. Ella solía decir de mi algo así como “és que aquest xiquet val molt!” en su Valenciano natal, dialecto del idioma Catalán, que ella siempre quiso que hablase y del que me ha quedado cierto acento cuando hablo Catalán, pese a que apenas lo hablé.
Decía que me la quería mucho, pero, dejando de lado la subjetividad que ello confiere al asunto, reconozco que me quedó como paradigma y modelo de mujer que si decides pasar la vida a su lado, muy probablemente y hagas lo que hagas, te estarás poniendo una importante traba en la, no siempre fácil, tarea de ser feliz y vivir la vida con plenitud.

Puede que razonar así y pretender responsabilizar a una mujer de la sensación de infelicidad de un hombre pueda sonar un poco machista o patriarcal.
Bueno, yo no soy mujer ni gay, así que nunca he experimentado ni me he planteado si un hombre podría interferir negativamente en mi vida, en el contexto de una relación sentimental.
En todo caso, no son pocas las veces en que tampoco entiendo que hace según que mujer “perfil novia”, que llamo yo, con según que tipejo, y en que pienso que ella está medio enterrándose en vida.

Mi abuelo fue un gran hombre: Divertido, culto y más rojo que la bandera de la unión soviética, cosa que considero un doble mérito habiéndote criado por aquellas tierras del "caloret" de Rita Barbera, y demás esperpentos como Camps o Zaplana. Él era un vitalista al que recuerdo, con 80 y tantos años a sus espaldas y una salud de hierro, bailando en su cocina de Torrente (Valencia) al son de alegre música latina, mientras preparaba el desayuno e iba pensando en los sitios a los que iría aquel día.
En navidades y conmigo allí en su casa, aquella ruta incluía visita segura a una casa particular donde se vendían excelentes mandarinas recién cogidas del árbol y de las cuales siempre me llevaba 4 o 5 kg a Catalunya.
A mi abuelo se le paró el corazón, mientras dormía, al poco tiempo de ser ingresado en una residencia, con algún tipo de deterioro cognitivo de esos que a esa edad nadie se esfuerza demasiado en diagnosticar y a lo que suelen llamar Alzheimer. Sabiendo que tenía un corazón de hierro, siempre he pensado que murió de pena con una depresión de caballo.
El hecho de que nadie de su entorno lo evitáramos y que todo se fuera sucediendo sin más, hasta acabar como acabó, me llevó a asumir y a medio entender, junto a alguna otra experiencia, parte de la sinrazón, de la miseria y de la "insoportable levedad del ser", como reza el titulo de la novela, inherente a la condición humana.

Escribo estas lineas sobrevolando uno de los 85 "sujetos federales" de Rusia, tras haber cruzado el océano pacífico, viniendo desde Japón, donde he pasado la navidad y el fin de año junto a 3 buenos amigos.
Entre las cosas que me quedan pendientes por hacer en la vida y que me llaman la atención (ya llegarán más en el futuro...espero), tengo una lista algo variopinta que va desde ver a Marea en concierto interpretando la canción "corazón de mimbre", a recorrer en bici el país que ahora sobrevuelo en un largo viaje que mezcle lo deportivo con lo turístico. 
En la lista no estaba ir a Japón, pero la cancelación de otro viaje anterior de un amigo, y el hallazgo casual de un vuelo al país del sol naciente a un precio interesante, mientras buscábamos vuelo a Tailandia, hizo el resto.
No me entusiasma convertir este blog en una especie de guía de viajes de andar por casa, así que no lo haré. Simplemente, decir que hemos pululado por la enorme y sorprendente Tokyo y sus alrededores, intentado ver, a parte de la capital, algún lugar de templos como ha sido Kamakura y algún pueblo tranquilo con vistas al pacífico como Yokosuka. Yo me imaginé aquello plagado de medusas asesinas y tiburones blancos y ale, de vuelta a la enorme capital del país nipón.
Tras aterrizar allí el día de navidad, con el “jet lag” y tras haber dormido gran parte del vuelo, me desperté a la 1 am, con los ojos como platos y muerto de hambre. Salí a comprar algo de comer y vi que el barrio de Shibuya “nunca duerme”, como dice la canción del grupo Zaragozano de Hip hop Violadores del verso. Mis amigos se fueron despertando y, vislumbrando el panorama de probable noche en vela colectiva, decidimos ir a comer algo.
Buscando algún antro donde nos sirvieran un Ramen, nos dimos cuenta de que aquel barrio era uno de los epicentros del jolgorio y la algarabía nocturna de aquella ciudad, en la que no parecen diferenciar entre finde o “regular day” en lo que a la farra se refiere. Acabamos disfrutando de la noche en un divertido tugurio, en un claro ejercicio de puro cancaneo, término que define Quequé de “la vidamoderna” como aquella salida nocturna tonta que surge entre semana y que se te acaba yendo de las manos.
Me quedo con el buen ambiente, las irreproducibles disertaciones sobre la vida, las constantes risas, la paciencia, siempre necesaria en este tipo de intensas convivencias, y la excelente sinergia entre los 4.
Ahora aún dispongo de unos cuantos días más de vacaciones. Espero hacer unos cuantos miles de metros de natación en estos días, e intentar así mitigar la dieta un tanto libertina que he llevado. Podría haber sido peor. La verdad es que los "japos" comen bastante sano y sabroso a la vez.
También espero acabar de pulir algún temario y diseñar actividades y exámenes que están al caer después de reyes. Al menos, este año lo siento como una obligación relativa y no como en años anteriores, donde no daba a basto y esperaba el parón escolar de navidad como agua de mayo.
Hasta ahora, enero ha sido para mi uno de los momentos más duros de los años como profesor. En navidad, para de girar de golpe la frenética y loca rueda que supone el curso escolar, y tras haberte bajado de ella y no acordarte de lo que supone estar rodando en su interior, empieza a rodar de nuevo de golpe y sin periodo de adaptación sin alumnos.

En fin, será un milagro que alguien haya llegado a leer hasta aquí, dado el tostón que he redactado aprovechando el largo vuelo, pero, si es así, desear a quien lo esté leyendo muchos momentos felices, paz y amor, en el sentido más amplio de la palabra, en este nuevo año.