jueves, 30 de diciembre de 2021

Crónica de un día cualquiera en Quios (III): Sonrisas por mandarinas.

Malika me ha sonreído hoy por primer vez desde que la conocí, hace una semana ya.
No, no va de eso. A pesar de que su Hiyab me permite ver que es increíblemente guapa, no he venido aquí para eso. Y creo que si yo no lo tuviera claro, su hermano Adib, un tipo enorme de mirada noble, me lo acabaría de aclarar.
Ellos dos, junto al hijo de Malika, un chibolito de 4 años, llegaron aquí muertos de frío, con mirada adusta y actitud defensiva.
Aquel día, frío y ventoso, les tuve que hacer el test covid en las escaleras exteriores del centro de detención de Lafkonia, donde los recién llegados hacen la cuarentena antes de pasar al campo de refugiados de Vial.
Otros días lo he podido hacer dentro. No sé de que depende exactamente. De las normas, imagino. O del humor de algún idiota.
En fin, esté donde esté, no hay un solo día en mi vida en que no agradezca no ser policía. 
 
Malika estaba asomada a la ventana de su habitación con su hijo Antara en brazos. Él me ha enseñado la mandarina que tenía y yo, desde abajo, le he pedido insistentemente que me la lanzara.
Es imposible que una madre no confíe en ti, si durante una semana seguida eres simpático con su hijo. Y yo amo las mandarinas, así que, ¿Cómo no lo iba a ser si, además, había una mandarina en juego?

Mi abuelo ya no esta vivo, así que ya no me puede llevar a aquella tienda clandestina en una casa de Torrente.
Un día dejó de reír y de contar cosas interesantes. Dejó de sonar la radio por las mañanas en aquella casa. Y un tiempo después, sus piernas dejaron de poder recorrer "l'avinguda de Torrent amunt i avall", así que ya no podíamos bajar juntos hacia aquella casa. Un mes después, su corazón también se canso de caminar.

No eran las mandarinas. Era él. Pero sigo amando las mandarinas, aunque ya no sean frescas, valgan el doble que en Valencia, y nunca vengan envueltas en un delicado papel blanco.

Antara también parecía amar su mandarina, así que no me la ha lanzado.
Un rato después, ya en su habitación, le he ofrecido cambiarle un globo, hecho con un guante de látex, por su mandarina. Ha accedido y al final se ha quedado con las dos cosas.
En Quios abundan las mandarinas desde que los Genoveses vinieron de Italia y cultivaron cítricos, durante los doscientos años en que tuvieron ocupada esta isla.
Hasta un museo dedicado tienen los cítricos aquí.  

La que no tiene hijo es Nayla. Tenía uno, pero se cayo de la barca y se ahogó. Nada se pudo hacer.
Sin la luna iluminando, para que las patrulleras Turcas no detecten tu embarcación, la noche es oscura y el mar un pozo frío y negro. Pero, a parte de la luna, la capacidad de los Turcos para detectar barcas, también depende del dinero que la unión Europea le va soltando, o no, a Erdogan para que azuce más o menos a sus perros fronterizos.

Nayla tiene los ojos más tristes que puedas imaginarte.
Se hizo un esguince hace unos días, y hoy le he quitado el vendaje. 
Sé que no va a correr ni nada parecido, pero me gustaría que su tobillo se recupere bien. Quizás algún día tenga otro hijo y necesite jugar y correr detrás de él.
Como sé que una pelota de tenis no va a poder conseguir, le he dado una mandarina y le he pedido que la pise despacito y la masajee con la planta del pie. La sonrisa no la va a recuperar así como así, pero espero que la propiocepción y la fortaleza de la articulación, sí la recupere.
Nayla se ha despedido con una tímida sonrisa...por una mandarina.
Arboles de mandarinas en el jardín de la casa donde estoy

jueves, 23 de diciembre de 2021

Crónica de un día cualquiera en Quios (II): Cuando San Nicolás te la suda

Si estás leyendo estas palabras, imagino que es por qué te interesa saber cómo acabó la historia del último post.
Podría darle bastante bombo al tema y, sin faltar a la verdad, conferir tintes melodramáticos a una experiencia que, sinceramente, tuvo poco de drama para mí, más allá del intrínseco a la situación, que ya es bastante. Pero lo cierto es que, primero, aún gustándome el postureo, no frivolizo con lo importante. Y segundo, me cuesta escribir sobre aquello que no me inspira. Y lo que estoy viendo por aquí, lo calificaría de triste e innecesario, pero no de inspirador.

Si alguien estaba preocupado, solo decir que los treinta y pico inmigrantes estaban, a parte de muertos de frío, perfectamente. 
Salvo alguna hipotermia leve y alguna pneumonía, que empeoraría y que acabaría en el hospital, la mayoría de ellos hubieran estado tecleando su teléfono móvil y pasando de nosotros, de no ser por el hecho de que la policía se los requisa al llegar. 
OH MY GOD!, ¿Qué tienen móviles?!,¿qué no estarían pendientes de la estúpida solidaridad occidental que se les ofrece?! (emoticono de asombro aquí).  
Pues sí, sí, fíjate si son raros, que si la poli no se los hubiese requisado, les hubiéramos encontrado avisando a sus madres y seres queridos de que el mar Egeo no los ha engullido.
Pero por el hecho de que la poli se los requisa y por la hostilidad general que se respira en el ambiente, el solo hecho de estar y de preguntarles el nombre, de donde provienen, y si se encuentran mal o se les puede ayudar en algo, ya es mucho.

Por estos lares, más que asistencia sanitaria, que también, lo que hacen falta son unas cuantas sonrisas de bienvenida y algo de normalidad. 
Me la suda el futbol y el F.C.Barcelona pero, a diferencia de lo que haría en mi vida "normal", simulo cierto entusiasmo cuando me hablan de sus jugadores preferidos del Barça y me dicen que les encantaría visitar Barcelona y el Camp Nou.

Nos vamos del centro de detención de Lafkonia, donde ellos pasarán unos días antes de ser enviados al campo de refugiados de Vial. 
Espero que, cuando vengamos mañana, estén un poco más animados. Ni que sea por el hecho de que han conseguido entrar en la unión Europea. La que ellos consideran el paraíso. La que, junto a Estados Unidos, forma parte de la alianza atlántica OTAN, y ha convertido algunos de sus países de origen en infiernos, mediante injerencias externas y porquerías varias como la primavera Árabe del 2010.

Emma me hace de guía y me enseña un pequeño monasterio ortodoxo llamado Virgin Mary Myrtidiotissa. 
Construido sobre un promontorio con vistas y caída al mar, unos metros por debajo tiene un pequeño cementerio adjunto que parece querer mimetizarse con la gran fosa común que supone aquel mar desde hace años. El cementerio alberga unas cuantas tumbas custodiadas por cruces. 
La más grande, se eleva imponente como si quisiese mostrarse y dar esperanza a quien pueda verla.


Puede que San Nicolás esté metido también en toda esta movida. 
Él es patrono de Grecia y de Turquía, país que queda justo delante. Se dice que también es patrono de marineros ( y de niños y prostitutas...), y que los que surcaban las aguas del Egeo y del Jónico se decían entre ellos: “Que San Nicolás lleve tu timón”, deseándose así buen suerte.

Pero la mayoría de los que, a día de hoy, más suerte necesitan en estas aguas no son Cristianos, así que la cruz se la suda. 
Respecto a San Nicolás, ¿qué puedo decir?, el propio Cristianismo lo ha convertido en un payaso vestido de rojo que dice “jo, jo jo, feliz navidad” y que solo trae regalos a niños con padres que puedan pagarlos. 
Nunca protegió a las meretrices, ya no protege a los niños, y no sé que piensan sobre él los marineros contemporáneos. Para los de estas pateras, al igual que la cruz, el actual Santa Claus resulta casi ofensivo.
No te extrañe. Nunca serán enterrados en el cementerio del que hablo. Tampoco creo que les gustara.

Tras una montaña cercana, yendo hacia el interior de la isla, hay un cementerio que, lejos de fastuosidad y florituras, acogerá sus cuerpos si mueren en aguas Griegas.

martes, 21 de diciembre de 2021

Crónica de un día cualquiera en Quios (I): con vistas al Egeo

Abro los ojos. Por la claridad de la luz que entra en mi habitación intuyo que las agujas del reloj no deben marcar aún las ocho de la mañana.
Los crujidos de la ventana de madera, junto al fuerte zumbido del viento que la azota y la hace estremecer, me recuerdan que las aguas que bañan estas tierras no son las del mediterráneo, o sí, porque resulta que el mar Egeo se considera una parte del mediterráneo, aunque esté condicionado por la influencia de lugares como los montes Urales, una cordillera perteneciente a Rusia y Kazajistán.
Debo confesar que de este dato me enteré anoche y, ya que estamos, también de que mi falta de cultura en muchos aspectos no tiene límite. Afortunadamente, mi consciencia al respecto, tampoco.

La estética austera, casi lúgubre, de mi habitación se encarga de recordarme que no estoy en casa. Grecia es un país humilde. La crisis que azotó a toda Europa durante la primera década de este siglo, lo hizo aquí con especial virulencia, y mi habitación podría ser prueba de ello.
No me quejo. En absoluto. Ni me había planteado donde dormiría en mi estancia por estas tierras. De haberlo hecho, hubiera apostado por una litera en una casa container o, a lo sumo, en un barracón en los aledaños del campo de refugiados de Vial. Pero no, duermo en una confortable cama, en una humilde y encantadora casa de campo, ubicada en las afueras de Chios, la principal ciudad de la isla homónima.

Tengo hambre. Que novedad. Soy de los que se duerme ilusionado con el hecho de que al despertar, vendrá el desayuno.
Salgo de mi habitación y enciendo la estufa de leña de la sala de estar. Soy bastante torpe para estas cosas, pero algo menos desde que Liss, una chica Finlandesa, me enseñó a hacerlo en un remoto bosque de las inmediaciones de Inari, un bucólico pueblo situado unos 300 km’s al norte de Rovaniemi, la ciudad Lapona donde dicen que nació Papa Noel.
Ya en la cocina, busco el café en el armario y, cuando aún no lo he encontrado, Chioni intenta llamar mi atención aporreando los cristales con sus delicadas almohadillas gatunas.


Chioni es una gata embarazada que merodea la casa. La he bautizado así en honor a la hija de una ninfa que tuvo sexo con Poseidon, dios de los mares y agitador de la tierra, y que dio a luz a Chioni (nieve) en plena nevada. Aquellas nieves convertirían en tierra fértil esta isla que, según la leyenda, antes había sido un desierto.
Espero que Chioni no tenga que alumbrar a sus gatitos bajo un manto de nieve. Según me dicen, no es del todo improbable en invierno. Como tampoco lo es que haya un terremoto, fenómeno que se va produciendo con relativa frecuencia en esta isla volcánica.
Necesitaba meter algo de mitología Griega en este post, y es que dicen que en este país, das una patada a una piedra y te salen cuatro historiadores, tres filósofos, dos poetas y algún músico. 

Chioni sabe que yo le abriría encantado, igual que tanta y tanta gente que se debe haber alojado en esta casa antes que yo, y que, a buen seguro, le ha abierto.
Hoy lo pide encarecidamente, y es que los vientos que vienen desde Turquía, atraviesan los ocho km’s de Mar Egeo y llegan a esta isla Griega, resultan realmente amenazantes.
Muero por dejarla entrar, pero llevo aquí un par de días y la médico  con quien comparto casa, no es tan “Catlover” como yo.

Emma sale de su habitación cuando estoy acabando con mi desayuno. Me explica que le han llamado para informarle de que se avecina un “Landing” y que debemos estar a las 10h en el centro de detención de Lafkonia. Allí es donde se lleva y se hace la acogida inicial a los inmigrantes recién llegados en pateras desde Turquia.
Emma es una médico jubilada que le ha cogido el gustillo a esta historia del voluntariado.
A sus 70 años tiene unas cuantas historias que explicar. Exiliada desde Catalunya al país Vasco, donde reside desde hace medio siglo, me habla de su paso por la cárcel durante el Franquismo y de su militancia en un partido Comunista en Catalunya.
Uno de los motivos, sino el principal, que me han motivado a meterme en esto, es conocer gente que pueda aportarme valores que no en todas partes resulta fácil encontrar. Por otra parte, sé que dificilmente  me encontraré  por aquí a un liberal hablando de meritocracia, cultura del esfuerzo y porquerías parecidas, de esas que harían vomitar a una rata.
Acabamos el desayuno y salimos de casa con las mochilas asistenciales y un montón de Covid test. 
Al salir, el viento estampa la puerta contra la pared.


Llegando a Lafkonia, puedo contemplar el mar Egeo, y la costa Turca al otro lado de las embravecidas aguas.
Pienso que mucho tendría que ganar y muy poco que perder, para decidir lanzarme a aquel mar en esas condiciones.
Tal vez no hayan podido elegir y la mafia que controla el “tinglao” les haya obligado a cruzar sin más demora. Tal vez lo hayan decidido ellos mismos sabiendo que, quizás, las patrulleras fronterizas Turcas estén mas relajadas en un día presumiblemente tranquilo en cuanto a actividad migratoria.
Aún no sé de donde vienen los inmigrantes. No sé a quien habrán rezado.
Siendo agnóstico y estando a punto de entrar a sus tierras, yo hubiera optado por rezarle a Poseidón. A bote pronto, imagino que le hubiera pedido que calmara el mar y agitara la tierra. Y ya de paso, que con ello derrumbara algunos techos de la Europa pudiente y de los Estados Unidos de America.

domingo, 21 de marzo de 2021

Sin saliva con sabor a alcohol y tabaco, no hay paraíso

Estoy sentado en la cama y la miro a través del espejo donde se está maquillando. Me encanta. 
No sé si me gusta más en este momento o cuando busca mi mirada a través de ese mismo espejo y me pide que la folle más fuerte. 
Le encanta sentir que mis piernas empiezan a claudicar y que mi corazón late desbocado intentando enviarles oxígeno. Y, justo en ese momento, me mira y me lo pide más fuerte. 
Lo hace con una imperceptible sonrisilla asomando en esa expresión de vicio que me tiene enganchado desde el día que la conocí. No siempre lo necesita, pero sabe que me pone.

Mientras la sigo mirando pintarse los labios y ella simula no darse cuenta, me vienen a la cabeza flashes de ayer. Mientras la follaba de pie de espaldas, se estuvo tocando, y se acabó corriendo un par de veces.
Me pidió que llegara en su boca. Que lo necesitaba...que, por favor, no pudiera ni hablar luego. Lo hice, mientras me miraba a los ojos fijamente. Se fue al lavabo y lo escupió.
El suelo había acabado lleno de su flujo. A mí mejor amigo le diré que pude haber chapoteado allí. Él se reirá y me dirá que mi imaginación es admirable.
Volvió del lavabo y, aún desnuda, se arrodilló en el suelo y lo limpió con papel. Me miraba con esa sonrisa de no haber roto un plato, que sabe que me encanta, y me dijo: "¿estarás contento, no?". Asentí sonriéndole, la besé y me fui a la cocina a hacerle su cena preferida.

Me gustan sus senos naturales. Yo los veo perfectos. 
Sé que si ahora mismo le dijera que me encanta mirar sus perfectas tetas de talla noventa, ella me contestaría que no son para nada perfectas y que son una ochenta...y que a ella no le gustan demasiado. 
Recuerdo el primer día que lo hicimos con algo más de luz de la que dan unas velas. Me paró cuando quise besárselas. Me dijo que tenía una cicatriz y que le daba vergüenza. 
No se las operó por estética. La abracé, la besé suave y le dije que estaba increíble. Que se relajara.
Momentos como aquel me llevan a pensar en lo irrelevante de las imperfecciones que a uno le incomodan de si mismo, ante los ojos de quien te mira con los ojos adecuados.

Pero más que sus senos, me gustan sus ojos. Marrones tirando a negros. Grandes y expresivos. Suelen decir mucho más de lo que dice su boca.
El pelo le llega hasta la curvatura donde la espalda pierde su nombre. Lo tiene super bonito. Me refiero al pelo. Pero bueno, ya que estamos, su culo también me encanta. Ella dice que lo tiene "de pato".
Hablaba de su pelo. Es moreno y liso. Se vanagloria de no recordar la última vez en que visitó una peluquería.

Solo hay un problema. Creo que se está arreglando para salir con otro tío. ¿Bajón, eh?, ¿o no?. Sí, para mí también. 
La conocí así y me avisó de lo que había. No tengo nada que reprocharle, pero eso no hace que deje de notar mi corazón latiendo rápido como queriendo salirse de mi pecho.
Tal como se vaya, abriré una botella de vino y empezaré a escribir. Es lo único que podrá hacer que me evada parcialmente de todos mis pensamientos negativos. En realidad es una mierda de solución y lo sé. La botella caerá entera porque escribo lento y bebo rápido. Tan rápido como irán mis pulsaciones.
Me costará dormirme y, cuando lo haga, el alcohol hará que no entré en la fase REM del sueño. Así que me despertaré y, deseando un mensaje suyo, miraré el móvil varias veces.

Me odio. Hasta me he puesto para ella mi sudadera preferida. La que sé que le encanta. 
Una vez me dijo que me veía super guapo en ropa deportiva. Si me hubiera dicho además que le gustaba la marca Adidas con el logo antiguo, hoy por hoy parecería Ruso.
Me gustaría no haberme puesto esta ropa, y no tener estas ganas de estar con ella esta noche.
Tener ganas de sacar el móvil, buscar a alguna chica receptiva en mi agenda, y hacer lo mismo que va a hacer ella. Pero, más que eso, lo que de verdad me gustaría es pedirle que se quedara en casa, que cenáramos juntos y que viéramos una peli...y que hiciésemos el amor. Porque, aunque siempre acabemos follando, a ella le gusta que lo llame "hacer el amor".
He intentado hacerlo. Pero no me nace. Lo fuerzo y, si puedo improvisar algo en el corto plazo en que intuyo los planes que tiene ella y muevo ficha -y dudo mucho que suela intuirlos-, tampoco me da tiempo a quedar con alguna chica que me motive de verdad. A día de hoy, tampoco soy de disparar como el mono al que le das dos pistolas y le abres la jaula.
No sé. Quizás he perdido testosterona. También puede ser. ¿Y qué decir de la ley de la oferta y la demanda, de sus oportunidades y de las mías? "Es el mercado, amigo", que dijo una basura con ojos.

¿Qué cómo empezó todo?, ¿Qué en qué momento me planteé ser su novio?
Debo decir que, a veces, me encantaría ser de esos tíos que buscan a sus novias fuera de discotecas. De los que piensan que las mujeres que quieren llegar a presentar a sus madres, no están en discotecas, bebiendo, fumando y dando "putivueltas". Pero lo cierto es que a mí sí que me gustan ese tipo de chicas. Chicas normales al fin y al cabo, con sus vicios y sus desfases ocasionales. Como yo.
Y hay algo peor. He acabado pensando que yo soy metal y las chicas con novio, un imán para mí. 
Lo odio. Lo he intentando frenar a veces. Algo. No mucho, lo reconozco. No aprendo. Lo pagué. Pero volveré a tener que saldar mis deudas algún día.

Ania estaba increíblemente guapa aquella noche. 
La vi mientras esperaba en la barra para pedir el primer ron cola. Fue el último también. 
Había estado toda la tarde corrigiendo exámenes y comiendo mandarinas. Aquella mezcla de cítricos y alcohol, resultó letal y acabé vomitando como un cerdo en los lavabos de aquella discoteca.
Pero antes de que aquello sucediera y mientras esperaba mi copa, la vi riéndose a carcajadas junto a sus amigas. Con un Gin Tonic en una mano y un cigarro en la otra.
En su sonrisa, pude intuir a una chica feliz por naturaleza. Que si llegaba a compartir algo de tiempo conmigo, haría mi vida más bonita. Y si un día se iba, lo haría cargada de su alegría natural, sin hacer ruido y sin pisar las semillas de felicidad que pudiera haber querido plantar en mi vida.

Odio el tabaco, pero la noche me confunde. Así que mi pensamiento al verla fue algo así como "joder, mirala con todas las manos ocupadas. No le cabe más vicio encima...quiero besarla y que me llene la boca de sabor a alcohol y tabaco". Pero sí le cabía mas vicio encima. Fue casual, pero pude ver como una de sus amigas le metía una piedra, de lo que imaginé que era MDMA, en la copa. 
Ella la miró con una simpática expresión de "tía, te pasas tres pueblos!". Me cautivó esa pretendida falsa inocencia. También eso es un imán para mí. 
Algo sabía sobre aquella droga, también conocida como éxtasis. Básicamente que, por norma general, aumenta la lívido, la perceptibilidad sensorial y que maximiza el orgasmo.

A partir de ahí, no sé cuanto tiempo pasó. Salí del lavabo tras haber vomitado y, sin despedirme de mis amigos, me dirigí a la salida de aquel tugurio. Allí estaba ella. Nos miramos. Ella me sonrió súper pizpireta. Me giré y esperé ver detrás de mí a algún Adonis, pero no lo había. Después me diría que le encantó la broma. Pero yo lo había hecho en serio.
La miré de nuevo, me di la vuelta y di un par de pasos hacia la salida. "Vete, joder, vete...has estado vomitando hace cinco minutos. No es el momento", me dije a mí mismo. 
Me volví a girar y allí seguía. Mirándome sonriente. Caminé hacia ella. Le dije que me encontraba fatal, que me encantaría quedarme, pero que no quería vomitarle el vestido. Me puso su móvil en la mano y me dijo que le apuntara mi número. Noté sus esfuerzos para controlar la mandíbula al hablarme. "Eres tan adorable, como peligrosa para mí", pensé.
Hice lo que me pidió y salí de allí a toda prisa. Vomité otra vez antes de llegar al coche.
Ya en mi cama, desperté seis horas después. En mi móvil un mensaje de ella. Me invitaba a una fiesta aquella tarde.

Siete de la tarde. Llegué a la dirección indicada en el barrio de l'esquerra de L'eixample. 
Aquello era un bajo con una inscripción en la puerta donde ponía algo así como centro cívico de vecinos de L'Eixample. 
Llamé a la puerta. Nadie. Era evidente que ahí no podía haber una fiesta.
¿Me estaría vacilando? Su mensaje me había llegado a las cinco de la mañana. La imaginé drogada, riéndose con las amigas de aquel pringao que le había escrito su número en su móvil aguantándose la vomitina.
La puerta se abrió. Un tipo sin camiseta, con los pezones anillados y ataviado con unos pantalones de cuero, me recibió con dos besos. Ladeé bien la cara. Temí que buscase comisura. Mi estupefacción no me permitió ofrecerle la mano si quiera.
Me invitó a pasar. El local estaba oscuro. "Huye", pensé. Le seguí. Bajamos unas escalerillas y pude avistar una puerta. Adiviné música tras la misma. Era "more than friends" de Inna con Daddy Yankee. ¿Sabéis cuando relacionáis una canción con un momento y luego os eriza la piel ya siempre que la escucháis?
Allí estaba. Más guapa que la noche anterior, si cabía. Me miró sonriente mientras me saludaba con la mano. Hice "efecto túnel" y mi atención solo me permitió verla a ella. Le di dos besos.
No sé cómo pude ignorar así a aquella mole de metro noventa y pinta de tío duro que tenía al lado. 
"Te presento a mi novio", me dijo ella. Su novio me reventó la mano. "Finge naturalidad y sonríe igual que le has sonreído a ella", me dije.

El tipo descamisado, con pantalones de cuero y pezones anillados, que me había abierto la puerta, rompió la tensión del momento y me ofreció enseñarme el local.
¿Quién cojones iba a imaginar que tras aquella puerta con una inscripción donde ponía la palabra cívico, vecino y no sé que mierdas más, había un antro de semejante perversión? 
Desde una habitación "glory hole", pasando por otra con gente atada suspendida en el aire, y acabando por unas inquietantes mazmorras donde, de repente y con toda la naturalidad del mundo, Jordi - así se llamaba el tipo que me había abierto la puerta- me dijo: "Ahí en esa jaula está mi novio".
Jordi tenía pinta de ser concejal de CIU. Pinta de haber militado en las juventudes de Esquerra hace años, para después acabar poniéndose corbata de día y cuero de noche. Y de defender ideologías conservadoras, propias de la burguesía Catalana de rancio abolengo, a la luz del sol, mientras que por la noche montaba estas fiestas en un local, imagino que concedido por el ayuntamiento de Barcelona para fines decentes. No sé que pensaría de todo esto el alcalde de la honorable ciudad condal. Puede que pidiera ser invitado.
La jaula era pequeña. "Hola, soy Roger", me dijo. Roger estaba desnudo y a cuatro patas. 
Sacó una mano y me la dio. Agradecí que no pudiera sacar la boca a través de los barrotes. Ni la boca, ni otras cosas.

Aún consternado y en silencio, avancé de nuevo por aquellas estancias. 
Aquello era surrealista. ¿Qué hacía yo allí?, ¿Por qué Ania me había invitado a aquella fiesta?, ¿ y por qué lo había hecho teniendo novio? Quería un trío, supuse.
Llegamos a la estancia principal de nuevo. Sonaba "Starstrukk" de Kate Perry con 3OH!3.
Ania no estaba, pero sí su novio. Me empezó a hablar. Se mostraba amigable y cercano. Tenia tanta envergadura como corazón.
"Yo estaría tan ricamente en casa viendo alguna serie, pero a ella le gusta venir a estas movidas. Pues aquí estamos pasando la tarde y ella feliz" -me dijo.
"Aishhhh que loosercito" -pensé. Me vino a la cabeza una frase que suele pronunciar uno de mis mejores amigos: "Siendo un conductor mediocre, intenta conducir un Ferrari. Craso error".

En esta noche en que escribo esto, me acuerdo del tipo aquel. Ahora me parece tierno que quisiera ver una peli junto a ella. Ahora...solo ahora empatizo con él. Tarde.
En la noche que relato, acabé follando con Ania en un lavabo de aquel tugurio. Fue totalmente demencial. Muy loco. Tampoco me sorprendí. Tengo la capacidad de intuir cuando el sexo con una chica puede ser de diez. Fue de 9,5 el primer día. Una semana después, le pedí que fuera mi novia.

Ahora, acabando ya este escrito, solo deseo dormirme pronto y despertarme cuando ella vuelva a casa. Que se me siente al lado y me despierte besándome. Que me llene la boca de saliva con aroma a alcohol y tabaco. Si su saliva sabe así, me siento aliviado y pienso que realmente ha estado con sus amigas de fiesta y no con otro tío.
Sabe que me decepciona si no se quita los pantalones, se corre el tanga a un lado y se me sienta en la boca. Siempre lo hace. Hemos llegado al punto en que lo hace y encima siente que me está haciendo un favor.

N. del A.: Los hechos que relato, los personajes, las experiencias y cualquier de los componente que integran esta historia, no son ni autobiográficos ni reales, o al menos no lo son en su totalidad.
Puede que hayan algunos extractos de situaciones reales vividas por mí o por personas que conozca o haya conocido algún día. Puede que casi todo sea ficción aderezada con algún toque de realidad.

domingo, 14 de febrero de 2021

La educación de un futuro "empotrador educado"

Echo de menos trabajar de profesor. Mucho, pero mucho menos de lo que lo echaría si fuese capaz de sentir lo que era estar metido en la loca y extremadamente satisfactoria vorágine que suponía aquel trabajo.
Afortunadamente, ciertos mecanismos cerebrales, sumados a la voluntad real de utilizar la inteligencia emocional de la que dispongas, pueden hacer que te abstraigas con bastante efectividad de aquello que te gusta pero que, por lo que sea, no es aconsejable que siga en tu vida.
Volveré. Me jugaría un dedo. No sé cuando, eso sí. Los caminos del señor son inescrutables y esas mierdas. Y yo, además, soy de desorientarme ante bifurcaciones...incluso en las ya conocidas. Y de perderme y no saber cómo ha ocurrido. Pero suelo acabar orientado y pensando que fue divertido.

Intentaré trabajar en la enseñanza pública. Lo haré así porque creo que hacerlo en la privada es un deporte de riesgo que ya experimenté y en el que hubiese acabado haciéndome daño. Fue divertido, me puso los pelos de punta y no cambiaría por nada aquella experiencia a la que, por otra parte, hice bien en verle la fecha de caducidad.
Por otra lado, intentar aportar en lo público va más conmigo y con mis valores. Y está mejor pagado, que uno es comunista pero no tonto. Aunque bueno, es evidente que alguien que trabaja de profesor, no tiene el dinero situado muy alto en su escala de prioridades.

Recuerdo a algunos alumnos. Personas. Vidas que evolucionaban en edades que no son nada fáciles. Dudas, inseguridades, incertezas y zonas oscuras sin visos de iluminarse. 
Pensándolo bien no veía la vida de muchos de ellos demasiado diferente a lo que es la mía. Pero, eso sí, la edad y los recursos son diferentes. 
Se puede pensar que vaya tela entonces. Bueno, cuando empecé a trabajar de profesor, mi hermano me dijo que me daba tres meses. Luego reconoció que se había equivocado, pero que daba igual, que siempre sería un profesor de broma. Y no se refería a la falta de aptitudes o conocimientos.
En fin, sospecho que el día que me autoperciba muy diferente a un chaval de 20 años, mi vida será una puta mierda y habrá empezado el declive.

Quiero hablar de dos alumnos. De los cuatro años que trabajé en aquel colegio, los tuve tres. Tardaron un año más de lo "establecido" (mierda de concepto) en sacarse el ciclo de técnico en emergencias sanitarias. No fue culpa de ellos, y sí de una mierda de sector y una mierda de sistema capitalista que quiere mano de obra barata para poderla explotar y que te mete en un aula a un chaval de 16 años que no suele estar preparado para un complejo ciclo medio que, sin lugar a dudas, acabará siendo superior.
En el segundo año, les impartía una asignatura nuclear y decisiva. Una asignatura que, en aquel momento, no podían aprobar. No había más. Como me jodía, pero yo tampoco estaba preparado para sacar más de ellos. Y, ¿Qué hace un alumno normal a los 17 años cuando no puede aprobar?. Se frustra, se sienta con el que siente como semejante y se ríen por no follar. Aishhh, lo siento. Era por no llorar, pero es que aquellos dos cabrones eran unos "fuckers" de miedo, así que entre reírse de yo que sé que (de mí, también. Obvio) y mirar el móvil gestionando la "chorvagenda", que diría Will Smith, pasaban la clase como buenamente podían. Y yo los entendía. Joder, tenía que reprenderles de vez en cuando, pero es que no me lo creía.
¿Qué cómo acabó aquello? Se sacaron el ciclo en tres años y, tragándome mi ideología y atendiendo a la realidad, estoy convencido de que, a aquellos dos chavales, el sistema público los hubiera escupido en los primeros meses, mientras que en aquel centro privado se les cuidó gracias a varios profesores que amaban su trabajo y que, sobre todo, veían personas...no alumnos. Y que no entendían de horarios.
Así que aprobaron sin que se les regalase nada y yo fui muy feliz viéndoles disfrutar la fiesta de graduación y la celebración nocturna posterior, que solía ser bastante surrealista a la vez que divertida. 

Quiero hablar de un alumno más y con este acabo. Supongo que no me odia, o sí, yo que sé. El tema es que yo sí me odié en su momento por haberle dicho, delante de todos sus compañeros, algo que, de haber sido yo el alumno y con 16 años, me hubiera hundido en la miseria. Porque hablamos de un chaval que me recordaba bastante a mí a aquella edad: Sumamente tímido, vergonzoso y reservado
Durante una práctica de movilizaciones e inmovilizaciones de pacientes traumáticos, el alumno debía poner un collarín cervical a una de sus compañeras. Para ello era aconsejable desabrocharle algún botón de la blusa que llevaba puesta. Así que él, con absoluto decoro, buen gusto y elegancia, le preguntó si podía hacerlo, mientras procedía y le desabrochaba los botones con delicadeza. En este punto no huelga decir que la chica era atractiva y que él, sudando sangre, temblaba con la cara roja como el mismísimo infierno.

No pude evitarlo. Me salió del alma: "que grande eres...un verdadero empotrador educado". Joder, me olvidé del collarín y del procedimiento que aquel chaval me estaba intentado demostrar que dominaba, y pensé en que me alegraba realmente por él. Me daba igual si ponía bien el collarín o no, y pensé en él como persona. Y vi a un chaval de 16 años lleno de inseguridades, tratando de templar los nervios ante mí y sus quince compañeros, y siendo sumamente respetuoso y "mono" con aquella chica, tratando de hacerla sentir cuidada, cosa mucho más importante que cualquier técnica.

Y aquello, que debería haber pensado, lo dije en voz alta. Y sus compañeros irrumpieron en una sonora carcajada que duró demasiado. No para mí, sino para él, que rojo y no sabiendo donde meterse, también reía intentando que no se le notara demasiado el "tierra, tragame".
Joder, juro que no quise hacerme el gracioso a su costa, pero me enterneció un montón ver como lidiaba con sus inseguridades y lo bien que lo hizo todo. Y saber que, aunque él no lo supiera en aquel momento, dentro de unos años no tendrá ningún problema para estar con chicas, un miedo que a su edad, a mí me preocupaba mucho más que el de sacarme un título. 
Un tío con planta que se irá encontrando y que no sé si será un empotrador o no -creo que ese termino empieza a estar demasiado sobado y que algunas se deben descojonar viendo como, según que "pelapipas" se lo autoatribuye como adjetivo- , pero sí que acabará teniendo acceso a más mujeres de las que pueda necesitar.
Que las que, quizás en aquel momento, le rodeaban y buscaban "malotes" de aspecto más seguro que él, en unos años  estarán hartas de ese perfil y les encantará que él les pregunte con esa suavidad si puede desabrochar un botón. 
Espero que lo haga sin temblar y que no se ponga rojo, pero sobre todo espero que lo siga haciendo con esa delicadeza y educación. 

lunes, 8 de febrero de 2021

Metamorfosis

Cuando el concepto que titula este post es tratado en un libro de autoayuda, suele venir engalanado por una mezcla de positivismo impostado y falso naifismo, que dudo que ni el mismo autor se crea. Por eso no consumo ese tipo de literatura. Y, ¿Qué cojones?, porque, en los últimos años, he leído tan poco que me avergüenza el solo hecho de pensarlo.

Al igual que en la novela de Kafka, no siempre el sentido del cambio es positivo y engrandece el alma. Ojala siempre fuera de pusilánime (alma pequeña) a magnánimo (alma grande), pero no todo el mundo, ni en cada momento de su vida, está preparado para utilizar el dolor y el sufrimiento como detonantes de una evolución positiva.

Recuerdo la última vez en que creo haberlo hecho bien.
Me dolía la espalda. Me dolía mucho. Más de lo que nunca antes me había dolido.
No me acordaba de aquel dolor. Se había ido de mi vida unos años antes. A la vez que aquella chica. 
Ojala no tuviera un recuerdo tan oscuro de aquellos tiempos y una percepción tan cruda de cómo mejoró mi vida tras su marcha.

"Redundar en lo obsoleto, quedarse quieto
Renunciar a los servicios del esqueleto.
Crear un ghetto en el sofá
Despedirse del sol y del viento, morir despierto"

Basureta (tiempos raros) Kase-o.

Si algo bueno tuvo todo aquello, fue adquirir el aprendizaje de que una cosa es lo que te sucede, y otra cómo tú lo interpretes y cómo lo vivas. Y la metamorfosis que sufras dependerá de lo segundo, básicamente.
Esto es algo de lo que tomé conciencia, tras haber intentado no hacerlo (era más cómodo), durante las diferentes fases que se suelen experimentar en este tipo de procesos.


Otro conocimiento al que llegué, en este caso en la primera fase de aquel proceso, y gracias a la ayuda de un médico, fue que yo no necesitaba una mierda de pastilla para salir de aquello. No me dijo que no pudieran ser útiles o que alguien no pudiera necesitarlas en un momento dado. Tan solo que él me conocía y que yo no las necesitaba en aquel momento. Que él no iba a recetármelas.
"Su puta madre...", pensé. "¿tú sabes lo que me ha costado pedir ayuda y la vergüenza que me da esto?...no es un capricho, joder. Creerás conocerme, pero llevas toda la vida felizmente casado y no tienes ni puta idea de lo que estoy pasando". En realidad no estaba enfadado con él. Solo desesperado. Aún tengo relación con él y con su maravillosa mujer. De hecho, siento que son de esas personas que, por algún motivo, estaban predestinadas a llegar a mi vida.

Quizás, en vez de reproducir unos versos de Kase-o, algún día me apetezca escribir aquí mis propias líneas sobre aquellos días. Quizás no. Me llena más escribir sobre los innumerables bonitos recuerdos que han dejado en mí otras experiencias que la vida ha tenido a bien regalarme. Quizás es gracias a aquella experiencia, de la que prefiero no escribir más, que he logrado obtener bonitas y valiosas improntas de todo lo que vino después, pese a que no siempre tuviera un final perfecto.

Me he ido por las ramas. Hablaba de mi espalda. Me dolía mucho. El dolor se había extendido hacia mis abdominales y aquella noche de sábado no había llegado a conciliar el sueño aún. Eran las 2 de la madrugada y, sentado al filo de la cama, adoptaba posición fetal e imagino que me preguntaba porque no estaba en Castelldefels en aquel momento, dopado con risas, alcohol y "putivueltas" junto a mi amigo habitual en ese tipo de "quehaceres" nocturnos.
La compañera de trabajo (y amiga) que me había estado pinchando los días anteriores en el colegio, tenía miedo de que aquello pudiera ser una neoplasia abdominal fulminante, como la que había afectado recientemente a un conocido suyo, así que me había repetido varias veces que había hablado con la supervisora de urgencias del hospital de Manresa, y que, por favor, lo hiciera por ella y fuera ya a visitarme.
¿Os digo la verdad?. Puede que suene inconsciente y hasta algo idiota, pero me cuesta visualizarme muriendo y mucho menos me produce miedo la idea de que pueda suceder. Pero, ¿sabéis lo que sí me aterraba?. Que se presentara una chica en mi cama y mis prestaciones sexuales estuvieran a la altura de las de un viejo reumático. Y eso es lo que no había sucedido un par de noches antes. Lo cierto es que gracias al vino, a la analgesia -estupenda combinación- y a los esfuerzos invertidos, debido a mi enfermiza necesidad (parcialmente tratada por una pastilla llamada "paso de los años" ) por hacerme con un hueco en la memoria de chicas que puede que no vuelva a ver nunca, aquel miedo se había esfumado y ya no suponía una carga añadida, al dolor físico que padecía en aquellos días.

Como decía, acuciado por aquel dolor, y por respeto a las palabras y miedos de Esther, crucé Manresa caminando en aquella fría noche otoñal y me puse en manos de una maravillosa médico y una enfermera. Me hicieron pruebas, calmaron mi dolor y me hicieron sentir cuidado durante unas horas en las que, incluso, pude dormir. Eso sí, volví a casa con lo mismo con que había ido hacia allí: Sin un diagnóstico claro y con el convencimiento de que mis dolencias de espalda no tenían un origen orgánico y sí emocional. Bueno, miento. Volví con algo más: el triste convencimiento de que aquel curso debía ser el último que pasara en aquel centro educativo.
Y con una misión: Conseguir sintonizar lo que me decían mi cabeza y mi corazón. Y esa sí que es una de las metamorfosis más difíciles que el ser humano debe afrontar durante su vida.

sábado, 23 de enero de 2021

El post que no leí...con vistas a Montserrat

Sentado en la mesa del rincón del fondo de mi cafetería habitual, espero que la camarera me sirva el café "cortado" que he pedido.
Ya la conozco. Tardará. No ha nacido para este trabajo. Vete a saber en que circunstancias se ve obligada a ejercerlo. Pero eso sí, sonríe y le pone actitud. En todo caso, no tengo prisa, así que no seré uno de esos mezquinos que hagan su día peor. Escuché una frase: "Se conoce a las personas por cómo se comportan y cómo les hablan a los camareros". Me gustó. Pero me gustó más aquella que Kase-o dijo en una canción: "Quiero servirle un café a esa camarera cansada".

Antes de irme, espero acordarme de llevarle la bandeja al mostrador. Me lo enseñó una chica. Me dijo que a la camarera le haría un gran favor. Más tarde, cuando la vida separó nuestros caminos y yo no abandone el buen hábito, alguna sonrisa me hizo intuir que toda acción tiene, o puede llegar a tener, una reacción. Bueno, es otra forma, diferente y más elegante, de conseguir una sonrisa. El "sonríe guaaapa, que etaaa mu seriaa" es tan Español, como vomitivo y manido.

Me entretengo escuchando la música clásica del hilo musical del local. También miro el cuadro que tengo delante. Me gustó desde que lo vi. No me interesa saber quien es su autor. Hay temas sobre los que, a pesar de lo que me gustaría que no fuera así, siento un profundo desinterés.
Cuando llegue el café teclearé el sitio web de mi blogger favorito y leeré su último post. No antes. Es uno de mis grandes placeres en esta vida. A veces, si puedo, condiciono la visita a la cafetería al hecho de que él haya escrito algo nuevo.

Entra una pareja. Se me sientan a dos mesas. "Mierda, como hablen mucho, me joden el momento". 
Mis capacidades sociales han mejorado bastante en los últimos años, así que podría sacrificar el momento por un "amigue" (te jodes si eres un "antipodemita" y te molesta el termino. Yo no soy podemita, pero tampoco estúpido) que irrumpiera por aquí casualmente, pero no por aguantar cerca una conversación ajena.

No hablan. Bien. Él se levanta y coge el periódico. Ella saca el móvil. No se miran.
Dos minutos después llega mi café. Ya estoy tecleando el link y la escucho a ella proferir unas palabras casi guturales: "¿No quieres que hablemos?". Levanto la vista, disimuladamente. Él no lo hace. Por no haber respuesta, no la hay ni gestual.
Finjo que miro el móvil, pero acabo de perder todo interés por el post que quería leer. Puede esperar.
A ella se le están humedeciendo los ojos. Supongo que él le va mirando de reojo y se ha dado cuenta. "¿De qué quieres hablar?. Ya está todo claro", le acaba contestando sin mirarla apenas.
La humedad en los ojos de ella y el tono tosco en la boca de él, hacen que me posicione. No tengo fundamentos para ello. Creo que el carácter que recuerdo de mi padre y sus consecuencias, hacen que, instintivamente, me violente cuando veo a un hombre ser tosco con una mujer. Ni que yo no lo hubiera sido alguna vez. No soy capaz de recordar la ultima vez, eso sí.
Soy bastante más crítico con los hombres que con las mujeres, así que me centro en él. De mediana edad, "calvito" (no calvo. Vamos, que no es Jason Statham) y con aparente menos sangre que un paciente en shock hipovolémico de grado IV, flipo con su actitud.
Diría que ella es 5 o 6 años menor que él. También que se cuida más, y hasta me atrevería a decir que lo hace para él. A pesar de que diría que hace ya algún tiempo que apenas se la folla una vez cada quince días...con suerte. Bueno, mejor dicho, que tienen sexo, porque, en realidad, seguramente ella ya no sabría decir cuando fue la última vez que se la folló. Siento lo soez del termino, pero hay matices que deben ir asociados a según que palabra, aunque no sea la más elegante del mundo. Siento también el rol que parezco asignarles en la relación sexual. Ramalazos de haber nacido en los 80.
Intuyo en ella una fuerte sexualidad. No hay un porqué en este caso. No hay motivo objetivo. La intuyo y punto.

Una chica entra al local. Es de esas que si no te salta el radar, lo mejor que puedes hacer es donarla a la ciencia y que estudien el proceso que lleva a un hombre a convertirse en un mojón. Y en esas, me veo yo convertido en un mojón. Desactivo el radar y me centro en él. Ella va a pasar por delante y estoy deseoso por ver si se corta o decide mirarla pese a tener delante la mirada húmeda de su mujer.
"Toma, toooomaaaa!!". Resulta que el calvito tiene sangre, y también la nula decencia de no haber disimulado ni un ápice. Yo que sé, quizás son swingers y no le dan importancia a aquello de los radares y la monogamia. Pero hay momentos y momentos.

Game over. Las obligaciones me llaman y no hay tiempo para más. Me levanto, llevo la bandeja al mostrador y pienso que la que me lo enseñó, me habría dicho:"Naisssssssssss!!" (de nice en inglés). 
Camino por la calle sintiéndome la mismísima bruja Lola. Puedo ver el futuro. Le veo a él cocinando un par de huevos fritos (unos Espaguetis a lo sumo), mientras llora pensando en a ver si reúne ánimos para apuntarse a salsa y algo de dinero para un viajecillo a Turquía.
A ella la visualizo haciendo el "click" en 4 días e invocando a la jodida virgen del tiempo perdido, mientras, entre gemidos y alguna palabra malsonante, mira a Montserrat.
 
Me doy cuenta de que, a lo tonto, no he leído mi post. "Puta Bida"

P.d: La historia sucedió en Manresa. De ahí lo de Montserrat. En todo caso, la misma historia podría haber sucedido en Cuenca.

sábado, 9 de enero de 2021

Un viaje por Antioquia sobre la bicicleta de Hofmann

Albert Hofmann fue un científico Suizo que, el 19 de abril de 1943 y de forma totalmente accidental, sintetizó una sustancia llamada dietilamida de ácido lisérgico, más conocida como LSD.
Tras manipular la sustancia sin guantes y absorber una mínima cantidad a través de la piel, Hofmann empezó a sufrir sus efectos alucinógenos, así que decidió volver a casa en Bicicleta. 
Aquello ocurrió en el contexto de la segunda guerra mundial y, aunque en Suiza apenas cayeron bombas, en el cerebro de Hofmann hubo una explosión de nuevas sensaciones y percepciones.
Murió a los 102 años de un infarto de miocardio y, si eres aficionado a la bici, quizás te hayas dado cuenta de que el día mundial de la bicicleta se celebra el mismo día en que Hofmann hizo su descubrimiento
Hofmann saliendo "colocado" de la actual farmacéutica Novartis, antes Sandoz

A parte de lo interesante que pueda resultar lo escrito aquí arriba, espero que también haya supuesto una buena introducción a la verdadera historia protagonista de este post:

Mientras aún corría, sin haber llegado a detener aquella última zancada, supe que los dientes de aquel perro se acababan de clavar por encima de mi tobillo. 
Lo sentí como una pedrada que no me esperaba. Y es que no me suelo esperar lo malo que me sucede, aunque sea evidente que va a suceder. Como lo había sido cuando aquel perro había empezado a perseguirme y, mientras yo me alejaba de su propiedad, iba escuchando sus ladridos cada vez más cerca. Justo después, el silencio. A continuación, mis tejido epitelial y adiposo se desgarraron..
El hecho de haber podido acabar aquella zancada y haber hecho alguna más para abandonar su territorio y alejarme del peligro, era tan buena señal como motivo del desgarro. 

A pesar de estar bajo los efectos de la adrenalina y del LSD y, en consecuencia, de tener alterada la sensibilidad, no hubiera podido acabar aquellas zancadas si la mordedura hubiera sido mas profunda y hubiera lesionado algún músculo o tendón.
Paré, me miré y vi cómo la sangre manaba con alegría y empezaba a manchar mi calcetín.
El perro se dio la vuelta, deshizo unos cuantos metros y me seguía ladrando amenazante. Era pequeño. Me alegré de que el LSD no hubiera convertido a aquel "little shit" en un Pit Bull, dentro de aquella percepción semialterada que, desde unas horas antes, estaba teniendo del mundo que me rodeaba.
Me sentí vulnerable. Me acordé de ella y la eché de menos. Me había sobrado cuando unos meses antes me mordió un gato callejero y me insistió en que fuésemos a urgencias y que me pusieran la vacuna antirrábica. Para ser más exacto, no me había sobrado ella, sino su preocupación por mí. 
En alguna ocasión le había dicho, irónicamente, que no entendía cómo, sin ella y sus directrices, había conseguido solventar con relativo éxito aquellos primeros 39 años de mi vida.
Mirándome aquella herida, pensé que si le hubiese hecho caso, ahora la rabia no sería una de mis preocupaciones. Lo cierto es que, siendo coherente, mi preocupación tampoco tenía demasiado fundamento. Hacía años que la rabia había sido casi totalmente erradicada en Colombia.

En verdad, nunca me sentí en peligro durante el episodio que acabo de relatar, a diferencia de como sí sucedió en alguna etapa anterior de aquel "viaje" psicotrópico.
De hecho, unas ocho horas antes, cuando aún no había puesto aquel papel bajo mi lengua, una de las especies de serpiente potencialmente letales que pululan por allí, irrumpió en el porche de casa para amenizarnos el desayuno.
"Rabo de Ají", si mal no recuerdo

Fue un inquietante preludio. ¿Quizás aquello me pudiera condicionar y pudiera acabar teniendo alucinaciones con enormes serpientes o dragones que me perseguirían y acabarían desencadenando en mí un brote psicótico o algo parecido?
El papel se deshizo y el ácido me fue transportando por las etapas iniciáticas del aquel viaje: La impaciente espera, las parestesias en extremidades, cierta sensación de algo parecido a la flotabilidad, y la progresiva transformación del, ya de por sí, intenso verde antioqueño, en un luminoso y casi fantasioso verde. Un verde que tapizaba las veredas que me rodeaban, para acabar uniéndose a un cielo donde las nubes correteaban a una velocidad excesiva, conformando locas figuras tan bonitas como efímeras.
Llegó la sensación de intemporalidad y salí de la finca. Tomé un sendero ya conocido y empecé a meterme jungla adentro. Crucé varias quebradas (ríos) y pasé a una vereda desconocida. Calculaba que si la remontaba y la volvía a descender, acabaría en una nueva quebrada cercana a una pista forestal que me llevaría a casa. Sé que mi capacidad para orientarme es paupérrima, pero suelo acabar dejándome llevar por el optimismo y pensando que acabaré encontrando el camino. Fallé, como tantas otras veces.
Totalmente desorientado en tiempo y espacio, empecé a vagar sin rumbo. La espesura de la jungla ocultaba una luz solar que, por otra parte, empezaba a menguar, mientras que una típica tormenta Antioqueña empezaba a amenazarme en forma de sonoros truenos.
Remonté la vereda de nuevo y me di cuenta de que estaba en la mierda. Perdido, con la noche echándoseme encima y no teniendo muy claro si me movía o no, o si el tiempo avanzaba o no. Quizás todo era una ilusión. Quizás el hecho de que algunas ramas verdes me pareciera que podían ser serpientes, hasta que no las miraba bien, fuera un signo inequívoco de que estaba delirando.

Yo crecí en Valencia en la época de la "ruta del BaKalao". 
Pasé mi infancia y adolescencia oyendo hablar de tipos que se habían quedado "lelos" por un mal "tripi". Así que empecé a pensar que quizás ahora era uno de ellos y que podía ser que mi vida hubiera acabado, al menos, tal como la entendía hasta aquel momento. Imaginé que, en ese caso, mi madre y mi hermano se ocuparían de repatriarme y que velarían por mí.
Otra opción que barajé es que quizás "mi vida" nunca había existido y que todo había sido una ilusión fruto de algún otro "viaje" al que, desde luego, no recordaba haberme expuesto. Quizás es ahora cuando estaba lúcido.
Miré mi reloj y fui capaz de pensar con coherencia. La hora concordaba con la luz solar del momento, y que estuviera allí perdido era una opción más que realista tratándose de mí. También era realista que  cayese una tormenta del carajo, y, desde luego, también que yo estuviera andando por aquellas montañas ataviado únicamente con mis andrajosos pantalones cortos azules.
Las veredas que rodean el pueblo de San Carlos de Antioquia

Necesitaba tomarme aquello en serio y encontrar cuanto antes algún camino que me sonara. Si, pese a estar bajo los efectos de aquella sustancia, todo aquello no era una ilusión, no tenía ningunas ganas de tener que dormir en la selva aquella noche, medio drogado, medio hipotérmico y esperando que uno de aquellos grandes felinos que a veces se acercan a las zonas menos remotas de aquellos parajes, no me tomara por una posible presa.

Empecé a correr. Tras unos minutos remontando un abrupto e inteligible sendero, un enorme sapo se interpuso en mi camino. "Menudo cabrón, o es el puto macho alfa de los sapos de por aquí, o mi intoxicado cerebro me la está jugando...". Salté y seguí corriendo. De repente y sin previo aviso, una destartalada casa apareció en medio de aquella jungla. "¿En serio?...no puede ser. Nadie puede haber construido esto aquí. Estoy alucinando claramente".
Grité, llamando al posible morador de aquel tugurio. Si llegaba a salir alguien de allí, ¿Qué pensaría de mí?. Entre aquella descuidada barba, medio desnudo y empapado de sudor y del agua que ya había empezado a caer, prefería no pensar en la impresión que le podía dar. Por no mencionar cual podía ser la expresión de mis ojos.
Mi look en aquellos días

Repetí mi llamada. Veía en quien pudiera vivir allí, mi última oportunidad para orientarme y salir de allí. Oí una voz, y la figura de un hombre de edad avanzada empezó a caminar hacia mí. Totalmente desdentado y con un simpático acento Colombiano, me indico cómo salir de allí. 
Me costaba mucho entenderle y ya no sabía si era por él o por mí. Le di las gracias por su amabilidad. Me preguntó por mi procedencia y por el motivo de que anduviera recorriendo aquellas montañas.
Yo prefería no hablar mucho. A parte de que no me sobraba el tiempo, temía como pudiera estar afectando aquella sustancia a mi dicción, así que le contesté de forma concisa. Me miraba sonriente. "Que guapo es usted", dijo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Terror. Miedo, sosegado y quizás amortiguado por el ácido lisérgico, pero miedo al fin y al cabo.
Crecí escuchando al Chivi, y la canción "El abuelo es gay", me marcó. Aquel hombre desdentado y semidesnudo me seguía mirando, mientras yo no tenía nada claro si mi capacidad motriz era la habitual o, si debido a aquel ácido, se estaba viendo mucho más afectada de lo que yo era capaz de percibir. 
Si sacaba un palo e intentaba golpearme en la cabeza, quizás no pudiera reaccionar y quedaría inconsciente y vendido a yo que sé que sátiros deseos que aquel tipo pudiera tener. Para que os hagáis a la idea, la sodomía era lo más soft que pasaba por mi cabeza.
"Muchas gracias!", le dije. Salí corriendo. Avanzaba con aparente normalidad y los escenarios iban cambiando. De momento ya no veía aquella extraña construcción. ¿Por qué aquel hombre me había dicho que era muy guapo?. No me conocía de nada. ¿Había sido inocente amabilidad o pretendía algo más?. El peligro había quedado atrás y pude respirar.
Acabé encontrando el camino y, unos tres kilómetros antes de llegar a casa, me mordió el perro del principio de este relato.
Llegué a casa. Thor me llevó al hospital y allí me suturaron.
Aún compungido, le relaté a Manu mi encuentro con aquel hombre y su desafortunado piropo, en mi opinión. 
Manu, con su habitual simpática expresión y entre risas, me explicó que si aquel hombre me hubiera querido piropear, me hubiera dicho "lindo" o algo similar, y que, para ellos, "guapo" significaba valiente.
Me calenté algo de comida, me senté y empecé a cenar. Mi comida estaba fría. Ellos se reían y yo no entendía nada. Al día siguiente me explicaron que lo que yo interpreté como unos minutos donde me había estado calentando la comida, en realidad fue una media hora donde estuve delante de la cocina mirando la olla y sin ponerla a calentar.
Empecé a sentir que volvía. Miré el reloj y habían pasado unas 10 horas desde que todo había empezado por la mañana.
Me acosté en el Sofá junto a Aura. Polo, acostado en el suelo, nos cuidaba. Me dormí

Foto que, desde la primera planta de la casa, Thor inmortalizó

N. Del A: Todo lo relatado aquí sucedió de verdad, pero no en el orden descrito, ni en el mismo día, ni bajo los efectos del LSD. 
Aunque el "viaje" sí sucedió en realidad, durante el mismo, nunca salí del recinto de la casa donde, no obstante, sí había una quebrada, abundante terreno y una vegetación que contribuía a la sinergia química entre el mismo entorno, la sustancia y el individuo.
También es cierto que aquella peligrosa serpiente vino a visitarnos una hora antes de ingerir la sustancia. También mi descanso final, junto a Aura y Polo, aquel día.

También aclarar que, aunque no me arrepiento de la experiencia, espero no repetirla y, desde luego, no la recomiendo.