lunes, 19 de agosto de 2019

Cappucino "de chill" en Mo i Rana

Inicio este post, que no sé si me dará tiempo a acabar, en un elegante café de la cadena "Brasil Barista". Barista, una palabra que nunca había oído, o más bien, en la que nunca había reparado, hasta que salí con una chica que lo era y que me instruyó en la materia.
Así aprendí que hay quien siente verdadera pasión por todo lo relativo al café y que incluso hay competiciones en las que baristas del todo el mundo demuestran sus habilidades a la hora de tratar el café, hacer figuras decorativas en el mismo y ese tipo de cosas.
Teniendo aquellos conocimientos, valoraba más aún los bonitos corazones que me hacía una camarera de una cafetería a la que estuve iendo un tiempo.
Si esto lo lee alguno de mis amigos, es probable que piense que soy un iluso o un optimista desmesurado, que me llama Marc, concretamente, y que seguramente aquella camarera le hacía ese corazón a todos los clientes. En fin, no suelo pensar nada concreto cada vez que alguna camarera me dibuja un corazón en el café.
En todo caso, por 45 coronas noruegas que me ha costado la broma, el cappuccino de hoy debería haber sido decorado, mínimo, con un Picasso.
Sobre la expresión "de chill", fue el mismo Marc, del que hablaba antes, el que me la enseño. Le conocí cuando él tenía 20 años y es normal que él la utilizara. A mis 38, quizás debería dejar de utilizarla yo, pero, ¿qué cojones?, los 40 de ahora son los 30 de antes, o eso se dice.
Mo i Rana es un municipio del distrito Noruego de Helgeland que, a su vez, se ubica en el condado de Nordland. Aquí he llegado esta tarde tras pedalear 100 km's de cuento de hadas. Nada nuevo desde que estoy pedaleando en Noruega. Cada rincón de este país es una especie de parque de atracciones natural.
La etapa ha sido fácil, a pesar de que los primeros 20 km's han consistido en una larga subida que me ha llegado a coronar el puerto de montaña, que inicié ya ayer, y que me ha llevado a un altiplano precioso rodeado de cumbres nevadas y de cursos fluviales que, viniendo de diferentes direcciones y confluyendo allí, se han ido entrelazando, formando así el río Gubbeltågan y descendiendo a mi lado hasta el fiordo de Ranfjorden, que empieza en el pueblo donde estoy.
Una vez he llegado aquí, he decidido parar, visitar el lugar y tomar el café, que además me permite cargar todas las baterías y escribir este post.
Cuando acabe de escribirlo (o cuando me cierren el chiringo), volveré a coger la bici para salir a la carretera que rodea el fiordo y buscar una buena ubicación para plantar la tienda esta noche.
Si lloviendo, con frío, y tras etapas difíciles, no me he visto en la necesidad de ir a un Camping, y me he podido bañar en cualquier mar, lago o río y acampar sin problema y sin pagar, hoy no será el día en que vaya a necesitar más comodidades. Luce un sol esplendido, el baño será fácil y estoy seguro de que encontraré algún idílico lugar en la orilla del fiordo. Además dará para "fotón", cosa que aquí es fácil.
Estoy intentando reflejar esta bonita experiencia en Instagram ("deivid.l.p", por si a alguien le interesa) y me estoy esforzando en captar momentos e inmortalizarlos para la posteridad.
Estoy contento de como están saliendo las cosas por aquí. Noruega es un país que, a priori, me planteaba un reto, debido a sus condiciones climáticas y a las complicaciones que ello me suscitaba a nivel logístico. Al final, no ha habido reto alguno, y de una forma natural y espontanea me he ido adaptando a las pequeñas incomodidades que se me han ido añadiendo y las he ido solventando sin darme cuenta.
Aquí llueve mucho, pero lo que se moja se seca. El agua está fría fría, pero cada vez me lo parece menos y me está costando menos lanzarme al agua para adecentarme y disfrutar, de paso, de esa sensación intensa que supone bañarse en aguas heladas. El terreno está plagado de desniveles y es "rompepiernas", que se dice en el argot ciclista, pero la verdad es que eso me gusta y me hace más entretenido el camino.
No soy un loco que vive en una realidad alternativa y que cree ser invulnerable o estar por encima de las temperaturas u otros riesgos que me plantea este viaje. Pero, eso sí, me gusta observar e ir ganando conciencia de hasta que punto la mente puede dominar al físico y de como uno se puede ir adaptando a todo y venciendo temores.
Al final, cuantos menos factores limitantes se ven en la vida, más capacitado está uno para ser feliz.
El factor limitante estrella, suele ser el dinero, y la verdad es que, sin tener la sensación de vivir austeramente ni de estar privandome de cosas, estoy gastando poquísimo.
Al final me ha pillado el toro y me han cerrado en la cafeteria, así que aquí estoy acabando el post a las 21:00h, dentro de la tienda de campaña, en un rincón paradisíaco que he encontrado las afueras del pueblo.
Aprovecho para ilustrar el post con las fotos que he hecho del sitio.

Bona nit!!




martes, 6 de agosto de 2019

Paz y lluvia en Inari

Son las 10:00h de la mañana de un día cualquiera del mes de agosto. Llueve sutilmente.
Me he despertado a las 6:00h y ya no me he podido dormir. La luz, como cada mañana, ha irrumpido cuando las calles aún no estaban puestas a través de los enormes ventanales de la estancia donde duermo. 
He bajado a un banco que hay, bajo unos pinos, en frente del edificio. Lo he aprovechado para hacer unos “multiejercicios” de tren superior, como me propuse hacer al menos 2 veces por semana, para intentar fortalecer una musculatura que había tenido muy abandonada.
De nadar, nada ya, valga la redundancia. Pero más redundante hubiera sido volver a nadar tras la leve hipotermia con la que acabé tras nadar 40 minutos en las frías aguas del río Kemijoki en Rovaniemi.

Sobre la encimera de la cocina, se calienta el té en una vieja tetera de metal que, según me dijo Liss, es herencia de su abuela, y que a mi, personalmente, me resulta bucólica y encantadora.
Liss es la chica que, mediante Couchsurfing, me ha acogido en su bonito apartamento de Inari en los 2 días que llevo aquí. El inmueble en cuestión está en un viejo edificio que en su otra vida fue un colegio. El piso emana un aire entre antiguo, clásico y bohemio que me resulta evocador y me inspira.

La tarde que llegué, Liss me dijo que para ducharme tenía que bajar a la ducha comunitaria que hay en los sótanos del edificio. Entre expectante y curioso, bajé y aquello me resultó un poco tétrico en un principio. Pensé que perfectamente podría rodarse una película de terror allí abajo.
Más allá de las impresiones iniciales, propias del “principito occidental” que soy, me encantó el concepto, la ducha, el cuarto-vestidor colindante donde todos los vecinos dejan sus jabones y demás productos de higiene, y, ¿cómo no?, la sauna comunitaria, que es algo bastante habitual en cualquier edificio de Finlandia. Se podría decir que es, casi, una necesidad inoculada en el ADN de estas gentes.
Liss siempre deja las llaves puestas en la puerta, hecho que podría parecer habitual, si no fuera porqué las deja por fuera. Dice que así nunca se le pueden olvidar dentro y que además así puede entrar quien lo necesite. Aunque es una mujer de mundo que ha viajado muchísimo y vivido en varios países, entre ellos España, supongo que algo mantiene de la mentalidad Finlandesa, en la cual es difícilmente comprensible que alguien vaya a intentar entrar en tu casa con propósitos deshonestos.

En estos días me empiezo a encontrar en paz y relajado, estados ambos que, para mi, tienen mucho que ver con la sensación, totalmente volátil y subjetiva, de felicidad.
Hace un mes que empecé este viaje y, durante las 2 primeras semanas, no fue fácil. Partía con cierto componente de inestabilidad emocional, y con un físico que acarreaba dolencias varias que se habían perpetuado y que me hacían sentir vulnerable.
Las contracturas de la musculatura paravertebral desaparecieron a los pocos días, hecho que, sin ser vidente ni traumatólogo, sabía que sucedería, a pesar de que un genio de esa rama médica, totalmente obsoleta y deficitaria a día de hoy, me había dicho que mis dolores estaban relacionados con un disco intervertebral del segmento lumbar y que evitara montar en bici y correr. Que no hacía falta operar, eso sí.
Por otra parte, debido a mi falta de pedaleo en los meses previos, mi ausencia de adaptación a la bici y de preparación previa alguna, surgió una sobrecarga en una rodilla. Al querer protegerla y ejercer más fuerza con la sana, modifiqué la biomecánica del pedaleo y me di cuenta de que estaba empezando a sobrecargar la sana también. Por no hablar de que, a causa de todo ello, no me convenía pedalear de pie y el contacto culo-sillín era ininterrumpido y martirizador.

Me llegué a plantear acabar mi viaje en Estonia, volver con mi hermano e improvisar otro viaje diferente, o enviar la bici a casa y quedarme por aquí sin ella y cambiando sustancialmente el planteamiento del viaje, pensamiento que me resultaba muy poco atractivo. Pero tal como iban las cosas, era lo más sensato que podía hacer, ya que los dolores articulares rara vez cesan si no es mediante reposo.
El dolor se estabilizó. No mejoraba, pero tampoco empeoraba. Decidí descansar un par de días en Tallin y luego ya se vería. Ya solo y en Finlandia, tras 180 km’s de pedaleo donde el dolor persistió, desapareció de repente. Resiliencia...un concepto que está muy de moda, y que, a pesar de las connotaciones positivas que actualmente tiene, no tengo muy claro que siempre sea una virtud y haga tu vida mejor, sino todo lo contrario.
He estado alimentándome bien en estos 2 días. Cuando tengo tiempo libre y me siento relajado, me gusta cocinar. Además a Liss parece gustarle que le cocinen, así que por conveniencia propia y para compensarla de alguna forma por el enorme favor que supone para mí pasar un par de días gratis en este bonito pueblo del norte de Laponia, he hecho en estos días una tortilla de patatas, un especie de paella vegetal, unas crepes y hasta una especie de revuelto de verduras, quinoa y huevos, que me ha quedado bastante sabroso.
Las crepes las compartimos anoche con otro cicloturista Chileno que también acogió Liis en su casa. Él bajaba de cabo del norte y hoy se dirigía a Rusia. El tipo lleva 3 años viajando por Europa, alternando épocas de bici y sin bici, y nos estuvo contando interesantes historias que siempre enriquecen de alguna forma.
Mañana saldré hacia la ciudad de Karasjok, a 117 km’s de aquí, ya en Noruega, donde espero pasar la noche. Con el itinerario más o menos decidido, espero volver a salir de Noruega, cruzar Suecia en horizontal y entrar otra vez en Noruega a la altura de Narvik, para bajar en dirección a Oslo.