jueves, 16 de junio de 2022

Un "Thomas Shelby" en Torre Baró

Barrio de Ciutat Meridiana (Barcelona). 08:00 am

Tomando un café en la puerta de las urgencias del CAP (centro de atención primaria) de Ciutat Meridiana-Torre Baró, espero la llegada de algún paciente madrugador.
Sé que, si la urgencia no es vital, es bastante improbable que aparezca alguien por aquí hasta más tarde, así que me puedo tomar el café tranquilo.

Ayer me dormí tarde. Pocas series me quitan el sueño. Una de ellas es "Peaky Blinders". Me dormí tras la muerte por tuberculosis de Ruby, la hija de Thomas.
Luego soñé un montón. No recuerdo el que, pero sé cuando he soñado mucho. Me sienta fatal. Me siento destruido.

Dentro del distrito de "Nou Barris" de la ciudad de Barcelona, el barrio de Ciutat Meridiana es el que presenta las cifras más altas de paro de toda la ciudad condal. Le sigue el de Torre Baró, que queda justo encima de donde estoy, en lo alto de la colina que tengo a mi derecha.
Dicen que allá arriba no llega la policia, salvo que se líe "parda" de verdad. 
Lo que sí que llega es el servicio de autobuses públicos de la ciudad. Lo hace desde que, en 1978, un residente del barrio que trabajaba en la empresa, "secuestró" un autobús de la línea 47, se salió de su recorrido y lo llevó hasta allá arriba para demostrar a sus jefes que aquel vehiculo sí podía circular por aquel barrio de desniveles imposibles y calles sin asfaltar, al contrarió de lo que ellos argüían para no proveer de transporte público al barrio. 

Si miro hacia arriba a mi derecha, puedo ver el castillo de Torre Baró. De momento lo dejo tranquilo, pero al final de este post seguiré con él...y con el que fue el "Thomas Shelby" de estos lares.


Se me acerca el "segurata" del CAP. Aquí hay uno las 24 horas del día. "Pots comptar..." que se dice en Catalán. Significa algo así como "ya puedes hacerte a la idea...". Me refiero a lo que hay por el barrio. Y no, aunque lo parezca, no lo digo con aires clasistas o peyorativos.
Aunque no siempre tenga el día o la paciencia que me gustaría, siempre me sentiré más útil y satisfecho trabajando con gente maleducada por no haber tenido oportunidades en la vida, de lo que me sentiría tratando con gente que las ha tenido de sobras y las ha utilizado para convertirse en verdaderos cretinos. Reconozco, eso sí, que nunca he trabajado en un CAP de barrios como Sarrià o Pedralbes. Quizás me sorprendería. Lo dudo.

Decía que se me había acercado el empleado de seguridad del CAP. Me pide un receptáculo de esos que utilizamos para que vomiten los pacientes. Me dice que un perro se ha acercado a la otra puerta del centro y que necesita agua. Parece tener mucha sed. Normal, el sol está pegando fuerte en estos días.

El segundo día que vine a trabajar aquí, no me reconoció e insistió en que dejara la bici fuera del centro. Le costó entrar en razón y lo tenía algo cruzado. Desde hoy me cae mejor.

El perro es un Pastor Alemán grande y viejo. Parece haberse perdido y mira hacia todas partes desesperado. Ignora nuestras atenciones y caricias. Es evidente que está ansioso y que espera ver aparecer a su dueño.
Le acariciamos intentando mitigar su ansiedad, mientras pienso que, como me dijo una médico el otro día, en este barrio la gente mata sus penas en los bares y en el CAP. La gente... y sus perros también, por lo que parece.
Cuando ya hemos llamado a la Guardia Urbana y nos han dicho que envían a los de la protectora municipal, aparece el dueño.

Vuelvo a la puerta de urgencias. Miro de nuevo hacia el castillo que corona la colina a mi derecha.
El barón Manuel Sivatte mandó construir una de sus torres para enviar allí a su hija, enferma de tuberculosis, como Ruby, la hija de Thomas Shelby.
Thomas viajó a través de Inglaterra para evitar la muerte de Ruby. Buscaba el asentamiento de Gitanos nómadas que habían lanzado una maldición contra su familia. No llegó a tiempo y su hija murió.

El 1918, la hija de Manuel Sivatte también murió antes de que acabase la construcción de la torre donde hubiera respirado aire fresco y, según las ilusiones de su padre, se hubiese curado. Dos días después también murió de difteria el hijo de Manuel.