Escribo esto sobrevolando la República Checa, en
dirección a Barcelona, tras haber pasado 4 días en su capital,
Praga. Aún en caliente y con el extra de autenticidad y
espontaneidad que ello confiere a un escrito, intentaré usar esta
experiencia como hilo conductor de este escrito que todavía no tengo
muy claro de que va a ir.
Praga, una ciudad que deseaba visitar desde hace mucho tiempo y que no me ha decepcionado, ya que tampoco esperaba mucho más que lo que me he encontrado, es decir, una versión artificialmente edulcorada, por la globalizadora e idiotizadora Europa, de lo que un día debió ser una ciudad igual de bonita, pero más auténtica y con más esencia de este.
Praga, una ciudad que deseaba visitar desde hace mucho tiempo y que no me ha decepcionado, ya que tampoco esperaba mucho más que lo que me he encontrado, es decir, una versión artificialmente edulcorada, por la globalizadora e idiotizadora Europa, de lo que un día debió ser una ciudad igual de bonita, pero más auténtica y con más esencia de este.
Una ciudad de contrastes, en la que se palpa y se
percibe cultura en cada
rincón de la
ciudad, ya sea en la arquitectura de las
edificaciones, o en las espaldas de los
numerosos
transeúntes que cargan
con algún instrumento musical. Por
otra parte y como dato curioso, comentar que Praga se ha convertido
en los últimos años en uno de los principales platós
cinematográficos “convencionales” de toda Europa, mérito
que, en lo referido al cine para adultos,
hace muchos años que, junto a Budapest,
ostenta también.
Si esto último le resulta Kafkiano a alguien y le da por estigmatizar el este, stop y tranquilidad, que aquí al lado en Terrassa también se viene utilizando, desde hace años, el conocido como "hospital del tòrax", un antiguo hospital para tuberculosos terminales, como plató de grandes producciones de cine X. Por cierto, Frank Kafka ,el afamado y conocido escritor checo autor de "la metamorfosis", murió de tuberculosis y sus restos descansan en un cementerio Judío de la capital Checa. Un cementerio que no visité, pero que es como tantos otros del este de Europa, que sí he visto, los panteones se ubican a nivel del suelo (no como aquí, donde el apilamiento vertical de los féretros y el gris cemento confieren a estos lugares un aspecto más tétrico aún, si cabe), y el verde de la abundante vegetación suaviza lo siniestro y lúgubre de estos sitios.
Estas tierras fueron
parte de la antigua Checoslovaquia y se han ido integrando, como
tantos otros países del este de Europa, en el “eje del bien”, la
unión Europea, la OTAN y la defensa de los derechos humanos. Esa
defensa que igual te deja miles y miles
de muertos y la antigua Yugoslavia hecha unos zorros, con el pretexto
de ayudar a Kosovo, como luego te defiende la instalación allí de
la mayor base militar norteamericana que hay en Europa, para que los
siempre pacíficos y conciliadores
“Yankees” nos cuiden y protejan del tio Putin.
La vieja Europa, la misma que, junto a Estados
unidos, en 2014 encendió
la mecha del ultranacionalismo Ukraniano, alentando así un golpe de
estado (y una guerra posterior, relativamente, silenciada por aquí, aún vigente)
que derrocaría al, entonces presidente, Victor Yanukovich, y que
permitiría seguir expandiendo esa globalización tan homogeneizadora
y fascista que, a día de hoy, avanza también en nuestro país.
¿Qué decir del gran ejercicio de defensa de los
derechos humanos universales de haber dejado instalar a la CIA campos de prisioneros ilegales en Vilnius o Bucarest, hecho probado que
condenó en su día el tribunal de Estrasburgo?.
Lo último ha sido posicionarse, con gran
convicción y profunda conciencia y preocupación, a favor de otro
golpe de estado, esta vez en Venezuela, mientras que se dejan morir,
aquí mismo en el Mediterráneo, a miles de seres humanos, no tan
solo cerrando los ojos, lo que ya sería mezquino de por sí, sino
manteniéndolos bien abiertos y fijándolos en los barcos de rescate
de personas, prohibiéndoles salir a trabajar para que, al menos así,
pudieran intentar mitigar este otro gran ejercicio de defensa de los
derechos humanos.
En fin, refiriéndose a la actual Praga
estrictamente y dejando de lado tostones ideológicos, decir que,
junto a un amigo, deambulé
por la ciudad y sus alrededores, disfrutando de su majestuosa belleza
y elegancia, y sin más ambición que de la buscar paz y
tranquilidad, ese valor del que habla este "tolerante y empático " niño Aragonés y que cada
vez valoro más yo también.
Después del ocaso las cosas son menos tranquilas
por allí y, tras
una primera noche donde anduvimos zanganeando por un par de típicos
antros para turistas, la segunda noche acertamos y acabamos en el
“Lucerna Music Bar”, en una divertida
fiesta con público tanto local como foráneo y con temática de los
80 y 90.
La vuelta a la rutina ha sido dura. Los efectos
del cortisol disparado, embriagando mis células, dificultándome
dormir bien y afectando a mi estado de ánimo y a mi capacidad de
concentración, han caído sobre mí como un silencioso meteorito
que cae en dirección vertical y que no esperas.
Lo esperaba en enero y me libré, así que, teniendo en cuenta la
empinada pendiente de subida que supone el curso escolar en este
momento del año, era previsible que estuviera al caer.
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