viernes, 4 de diciembre de 2020

Un café sobre un refugio antiaéreo

Echo de menos el último rincón donde me sentí a gusto al cien por cien tomando café. 
Situado en Manresa, unos dos cientos metros antes del convento de Santa Clara en la calle homónima, fue un lugar de esos donde, a parte de haber llegado a desarrollar cierto sentimiento de pertenencia, me sentía totalmente cómodo y en paz. 
 El local se llama "El mirador" y es que, desde su minúscula y soleada terraza donde apenas caben tres mesitas, las vistas son privilegiadas. La panorámica incluye la montaña de Montserrat perfectamente perfilada de fondo, la Basílica de Santa Maria de la Seu, el Pont Vell sobre el río Cardener, y un montón de huertecillos que, escalonadamente, van bajando desde aquella zona  de la capital del Bages, hacia la carretera C-1411Z.
Como si de una maqueta se tratara, los trenes "dels Catalans" (como se les llama coloquialmente por aquí, para diferenciarlos de los de Renfe) surcan los huertos y se pierden (o emergen de él, según el sentido) en un pequeño túnel que atraviesa la montaña, para salir de nuevo de ella y discurrir paralelos al curso fluvial del Llobregat en su trayecto por las comarcas del Bages y del Baix Llobregat, hacia Barcelona. 
Ni los trenes consiguen elevar demasiado los decibelios del lugar.

Mientras arreglaba mi mundo, unos cuantos cafés cayeron aquí

Empiezo a escribir este post desde uno de los numerosos cafés ubicados dentro de la estructura metálica del edificio del "Mercat" de la Barceloneta, en la Plaça del Poeta Boscà.
Se trata de un local bien iluminado por un sol que entra libre y que se mete, literalmente, casi hasta la cocina. 
No tengo claro que acabe convirtiéndolo en mi refugio ocasional para escribir o leer un rato a media mañana. Demasiado ruido y unos precios sobredimensionados, propios del típico local donde queda cool dejarse ver tecleando un ordenador blanco. 
Bajo mis pies tengo uno de los 1300 refugios antiaéreos que se construyeron para que la población Barcelonesa se resguardara de los 194 bombardeos que durante la guerra civil Española perpetraron aviones de los ejércitos aéreos alemanes e italianos, principalmente. 
Franco obtenía ayuda para masacrar a sus compatriotas, y dos de los países que unos años después constituirían el bloque del eje en la segunda guerra mundial, afinaban sus juguetes en un campo de pruebas real.
Panfletos de propaganda alentando a la población a construir los refugios

Entrada de uno de aquellos refugios antiaéreos 
 
Si ladeo mi cabeza hacia la derecha, casi puedo ver la salida posterior de la iglesia de Sant Miquel del Port, cuyo portón da a un pequeño callejón que desemboca en la Plaça del Poeta Boscà.
Aquella iglesia fue ultrajada por el bando nacional y la campana de la misma fue lanzada al mar por los militares que la usurpaban. Cuando acabó la guerra, fue rescatada por un buzo y volvió a su lugar de procedencia.
Aquellos vomitivos fascistas, no muy diferentes a Santiago Abascal y a toda la basura nazi que hoy ha llenado de estulticia moral la Plaça Sant Jaume, son muy de respetar los símbolos religiosos, pero imagino que de vez en cuando hacían excepciones, e imagino que el clero Catalán no debía ser muy de su agrado, ya que tengo entendido que, en aquella época, era uno de los pocos refugios que tenía el pueblo Catalán para hablar su idioma con libertad.

Mientras todo aquello pasaba, la unión Soviética enviaba asistencia humanitaria en forma de víveres y ropa por valor de veinte millones de rublos, en un gran barco que Iósif Stalin ordeno fletar para apoyar a la población de la ciudad Condal. 

La multitud en Puerto de Barcelona, recibiendo al barco soviético Ziryanin el 14 de octubre de 1936

Varios barcos parecidos al Ziryanin, se llevaron a la URSS a 7000 Españoles. Entre ellos, a los famosos "Niños de Rusia", unos 3000 niños que fueron salvados de la guerra y a los que en la unión Soviética se les dio cobijo, educación y ocio.

Cola en Barcelona para alistarse en las milicias del POUM (partido obrero de unificación Marxista)

No es de extrañar que el movimiento antifascista y el Comunismo acabaran arraigando de alguna forma en la ciudad de Barcelona, y que, a día de hoy, Catalunya sea uno de esos bastiones del país donde uno puede decir orgulloso que al fascismo se le mantiene a raya.

Algunas de las fotos de este post son parte de una interesante colección de fotografías que hizo Antoni Campañà durante la guerra civil, y que se encontraron casualmente unos años después en el desalojo de una casa de Sant Cugat del Valles que iba a ser derruida.

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