domingo, 16 de noviembre de 2025

En los bares no se habla de Dresde

No me molesta la ignorancia del que, por escasez de medios o de tiempo, no ha podido acceder a conocimientos. Solo faltaría.
Tampoco la del que, habiendo tenido acceso a ellos, no lo ha aprovechado, pero al menos es consecuente, humilde y mantiene un perfil bajo en según qué tipo de conversaciones. Pero no soporto esa desvergonzada y atrevida ignorancia que abunda en ciertos individuos (normalmente, de sexo masculino y media edad) de clase media-alta, que creen saber mucho, saben poco, interpretan mal y no se callan nunca.

“Jo no veig gaire clar el tema del genocidi a Palestina. Una guerra és una guerra. Mira els russos el que van fer a la batalla de Dresde al final de la Segona Guerra Mundial.”
La frase la escuché comiendo en una mesa, y trataba de comparar el genocidio de Gaza con la intervención de las fuerzas aéreas del ejército de los Estados Unidos e Inglaterra en la ciudad de Dresde, para acabar definitivamente con la Alemania nazi en 1945.

Que los rusos no fueran los protagonistas de aquella masacre es lo de menos ahora, pero meterlos hasta en la sopa no deja de ser un detalle significativo. Sobre rusofobia no voy a hablar ahora. Asier Blas lo hace mucho mejor que yo en el enlace adjunto.

Que a un blanquito de clase media de la Europa occidental le importe tres pepinos el genocidio palestino y lo llame guerra tampoco me llama demasiado la atención. Que lo relativice o incluso lo niegue ya es otra cosa, pero, analizado fríamente, es un hecho razonable si se relaciona con otros, como, por ejemplo, el de que Israel participe en Eurovisión o que el Maccabi de Tel Aviv juegue en la Champions League europea, siendo un equipo de un país de Oriente Próximo (asiático). 
No son errores inconexos ni que, en su día, se cometieran casualmente. Se buscó de forma premeditada que nos identificáramos culturalmente con un país ética y moralmente ilegítimo (pero útil para nuestros intereses) desde su misma creación, cuyos fundamentos se construyeron mediante el robo, el expolio, la ocupación y la colonización de territorio ajeno. Valores totalmente representativos de la Europa occidental. Nada nuevo. Nada de lo que extrañarse.
De aquellas lluvias, estos lodos llenos de mierda y nauseabundos olores. Da igual lo que digan los que tipificaron el término genocidio para evitar que se volviera a producir otro. Da igual lo que diga el mundo académico o la ONU. 
Da igual la sentencia y orden de detención de Netanyahu, que resolvió la corte penal internacional de la Haya, fruto de la denuncia de Sudáfrica. Da igual que Israel no haya permitido entrar a Gaza a periodistas y que haya matado a más que en cualquier otro conflicto bélico anterior. 
Da igual haber podido ver publicaciones en redes sociales, donde integrantes de las propias FDI (fuerzas de defensa de Israel) se enorgullecían y celebraban las matanzas y aberraciones que han estado haciendo en Gaza.
Da igual que el 82% de la sociedad Israelí encuestada se pronunciará a favor de la expulsión de Palestinos de Gaza, según una encuesta del periódico Israelí Haaretz

                                Imagen extraída del post enlazado del  blog de Rafael Poch de Feliu

Israel no es más que un invento de Occidente. Una pieza potencialmente sacrificable (durará lo que dure...) que los EE. UU. financian actualmente con unos 3.800 millones de dólares anuales, y que supone el proxy que el imperio del bien (Estados Unidos y Europa occidental) necesita para seguir con la conquista, la destrucción y el expolio del mundo árabe en una región de especial relevancia geoestratégica.
La Palestina ocupada (así llaman a Israel en los países de la región) es el lugar más peligroso del planeta para un judío. Y, como dice Frédéric Lordon en este aconsejable artículo, “El antisionismo no es el equivalente del antisemitismo, sino su única muralla”.

Vuelvo a la comida y a la frase con la que he iniciado el post. No pude callarme más y comenté: “No quisiera incomodar, pero supongo que, cuando se estaba produciendo el genocidio judío por parte de Alemania en 1940 y algo, también había gente en mesas que discutía sobre el significado de la palabra genocidio, o sobre si aquello era aceptable o no...”. A partir de ahí tuve que escuchar sandeces varias solo entendibles desde la falta de conocimientos e ignorancia total de los hechos que han llevado a la actual situación, y con un irritante remate final: “Bueno, no és tan important el que diguem aquí. Total, això són converses de bar...”.
“No —pensé yo—, en los bares no se habla de Dresde”. Lo sé, porque pasé horas en ellos en los años en que trabajé en fábricas. Y se decían muchas chorradas, sí. Pero me parecían mucho menos graves que las que escuché comiendo en aquella mesa, que no, no estaba en un bar.

En fin, a veces pienso que debería plasmar aquí algunos conocimientos y reflexiones que podrían valer la pena para quien leyera. En la última década, he acumulado demasiadas horas de lectura y escucha de verdaderas bestias sobre geopolítica. Gente humanista y honesta que ha enriquecido mi vida notablemente. Espero que me sirva para acabar aportando al mundo académico mi propio doctorado en geopolítica, pero, de momento y hasta llegar a eso, intentaré dejarme caer por aquí de vez en cuando con escritos como este.

Para acabar, y relacionando temas, mi centro educativo (en el contexto de una iniciativa del sector docente en Catalunya) celebra el jueves un acto a favor de Palestina y contra el genocidio.
Estoy contento de trabajar en una empresa que no se muestra equidistante y se posiciona respecto a lo que está pasando, asumiendo el riesgo de tener que afrontar los conflictos o las consecuencias económicas que ello pueda acarrear.

Baño en el mar muerto en Jordania. Espero visitar el otro lado algún día, libre de la bestia sionista