“Jo no veig gaire clar el tema del genocidi a Palestina. Una guerra és una guerra. Mira els russos el que van fer a la batalla de Dresde al final de la Segona Guerra Mundial.”
La frase la escuché comiendo en una mesa, y trataba de comparar el genocidio de Gaza con la intervención de las fuerzas aéreas del ejército de los Estados Unidos e Inglaterra en la ciudad de Dresde, para acabar definitivamente con la Alemania nazi en 1945.
Que los rusos no fueran los protagonistas de aquella masacre es lo de menos ahora, pero meterlos hasta en la sopa no deja de ser un detalle significativo. Sobre rusofobia no voy a hablar ahora. Asier Blas lo hace mucho mejor que yo en el enlace adjunto.
No son errores inconexos ni que, en su día, se cometieran casualmente. Se buscó de forma premeditada que nos identificáramos culturalmente con un país ética y moralmente ilegítimo (pero útil para nuestros intereses) desde su misma creación, cuyos fundamentos se construyeron mediante el robo, el expolio, la ocupación y la colonización de territorio ajeno. Valores totalmente representativos de la Europa occidental. Nada nuevo. Nada de lo que extrañarse.
Da igual la sentencia y orden de detención de Netanyahu, que resolvió la corte penal internacional de la Haya, fruto de la denuncia de Sudáfrica. Da igual que Israel no haya permitido entrar a Gaza a periodistas y que haya matado a más que en cualquier otro conflicto bélico anterior.
Da igual haber podido ver publicaciones en redes sociales, donde integrantes de las propias FDI (fuerzas de defensa de Israel) se enorgullecían y celebraban las matanzas y aberraciones que han estado haciendo en Gaza.
“No —pensé yo—, en los bares no se habla de Dresde”. Lo sé, porque pasé horas en ellos en los años en que trabajé en fábricas. Y se decían muchas chorradas, sí. Pero me parecían mucho menos graves que las que escuché comiendo en aquella mesa, que no, no estaba en un bar.
En fin, a veces pienso que debería plasmar aquí algunos conocimientos y reflexiones que podrían valer la pena para quien leyera. En la última década, he acumulado demasiadas horas de lectura y escucha de verdaderas bestias sobre geopolítica. Gente humanista y honesta que ha enriquecido mi vida notablemente. Espero que me sirva para acabar aportando al mundo académico mi propio doctorado en geopolítica, pero, de momento y hasta llegar a eso, intentaré dejarme caer por aquí de vez en cuando con escritos como este.
Para acabar, y relacionando temas, mi centro educativo (en el contexto de una iniciativa del sector docente en Catalunya) celebra el jueves un acto a favor de Palestina y contra el genocidio.
Estoy contento de trabajar en una empresa que no se muestra equidistante y se posiciona respecto a lo que está pasando, asumiendo el riesgo de tener que afrontar los conflictos o las consecuencias económicas que ello pueda acarrear.

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