viernes, 19 de julio de 2019

Desde Tallin, mitad diferido, mitad directo.

9:00 am del lunes 8 de julio.
Escribo muerto de sueño y muy espeso mentalmente. a miles de pies del suelo, en un avión que vuela rumbo a Helsinki, 
Debería intentar dormir, pero sé que sería inútil, así que, canalizando mis pensamientos en este escrito, intentaré lidiar con los que espero que sean los últimos coletazos de la tormenta emocional que ha supuesto para mí el último mes.
Mi madre, que me quiere como solo una madre y pocas personas más en el mundo me pueden querer, nos ha llevado al aeropuerto del Prat a las 6:00 am.
Allí, delante de la terminal 2, he estado luchando, junto a mi hermano, que me acompaña en el inicio de esta aventura, con una caja que contiene todo lo que necesitaré en estos próximos meses: Una bici, una tienda de campaña, un saco de dormir, un hornillo y algo de ropa.
Esta noche, tras pasar el día pedaleando por Helsinki, cruzaremos el mar báltico en el ferry que une la capital de Finlandia con Tallin, la capital de Estonia. Si todo sale bien, dormiremos en un hostel del litoral de la capital Estona y durante los próximos 12 días recorreremos en bici parte de estas maravillosas repúblicas bálticas, de las que tanto me queda por ver y que tanto me gustan.

Más allá de lo relatado, mi futuro es incierto y algo imprevisible. De momento, solo sé que tengo pocas ganas de planificar nada, y muchas de fluir, de pedalear a diario en busca de bonitos lugares de países nórdicos, de escribir más, de vegetar, leyendo acampado junto a orillas de lagos, ríos o mares, de bañarme en ellos, y de lo que surja.
Atrás queda el trabajo más bonito y enriquecedor que había tenido hasta ahora, los mejores compañeros que nunca hubiese podido imaginar, y un ático mágico que también ha contribuido a que mi tiempo en Manresa haya sido un periodo de mi vida que siempre guardaré como un preciado tesoro. Al igual que a personas importantes que han ido apareciendo, de forma más o menos casual, o con las que he estrechado lazos anteriores, en estos últimos 4 años de mi vida.
A veces, para ser justo con uno mismo y equilibrar cabeza y corazón, es necesario valorar las vivencias con la perspectiva que da el paso del tiempo. En mi caso, salvo en contadas excepciones, suelen ganar al hacerlo así. En este caso será difícil que puedan ganar más aún.

Una noche y unos compañeros de los que no se olvidan.

Hoy escribo desde un hostel de Tallin, donde me quedaré, mínimo, 2 días más.
Mi cuerpo necesita unos días de descanso tras haber recorrido unos 850 km's en 10 días, partiendo de un estado físico que dejaba bastante que desear. Algunos de los problemas que traía ya han desaparecido o están en ello. Como una lesión muscular torácica que me produje, de forma un tanto inesperada, al saltar al río desde el Pont Vell de Manresa, un lugar y un salto que tuve entre ceja y ceja desde que empecé a vivir allí. 
Una experiencia (que no recomiendo) excitante y un bonito recuerdo, como todos los vividos, junto a una persona especial que quiso acompañarme e inmortalizar el momento.
En fin, aprendí 2 cosas: Una que ya sabía, que es que no soy un saltador de las competiciones de saltos extremos que organiza Red bull, y otra que no, que es una pincelada de mecanismo lesional por caída al agua desde unos cuantos metros.
No me enrollo más, que lo poco gusta (o no) y lo mucho aburre, que dicen. 
Dejo por aquí unas cuantas fotos de estos pasados días por Estonía y Letonia, y mañana quizás me anime a escribir algo sobre el hostel en el que vegeto y sobre los próximos planes.




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