martes, 16 de junio de 2020

Valentina y Marqués: Una historia Hispano-Búlgara de terror Europeo (II)

Balchic es una pequeña ciudad Búlgara, ubicada en la provincia de Dobrich, situada en el noreste del país, no muy lejos de la frontera con Rumanía.
Si llegas allí desde el país vecino, y mas concretamente desde Constanza (la última gran ciudad Rumana siguiendo la costa del mar negro), el contraste es notorio en varios aspectos.
La influencia Rusa se hace patente de golpe. No solo por la aparición y constante presencia del alfabeto cirílico en señales y letreros, sino también por la disminución del innecesario servilismo ante el turista de la Europa pudiente, y por el aumento de la dificultad para comunicarse en inglés.

Llegué allí viajando en bici y, tras ducharme y dormir algo de siesta en un austero hostal, salí a dar una vuelta por el paseo marítimo.
Era agosto y el sol de aquel atardecer calentaba sutilmente, mientras amagaba con empezar a esconderse.
Entre familias y acarameladas parejas que disfrutaban de las vacaciones, eran numerosos los gatos que también andaban por allí luciendo limpio pelaje y actitud despreocupada.
No suelo tener este tipo de pensamientos, pero recuerdo que aquella tarde, mientras veía aquellas parejas y acariciaba felinos cual solitario autista gatofílico, pensé que lo de viajar solo, según el día, no era fácil.
Para acabar de sumirme en la melancolía y disfrutarla por completo, cené en una pizzería de esas que trata de crear un ambiente proclive al romanticismo y, en consecuencia, se llena de parejitas.
Al lado de la puerta, junto a un refrigerador de helados, recuerdo el cuadro en el que centré mi atención gran parte de mi cena.
En él, un oso bailaba en pie, al son de la Galduka de su amo

Ocho meses después, en el día de Sant Jordi, mi novia, en aquel entonces, me regaló un libro sobre la historia de los gitanos Búlgaros y aquellos osos que tenían domesticados con los que se ganaban la vida. 
Por otra parte, el libro trataba la época comunista en Bulgaria y en otros países del este, e iba estableciendo un paralelismo entre la libertad que acabaron consiguiendo aquellos osos, y la supuesta “libertad” que supuso para algunos la disolución de la unión Soviética.
A cierta edad, la verdad es que pocas cosas materiales hacen ilusión. Se valora mucho más la intención y la ilusión que denota la elección de un regalo, y aquello me hizo más ilusión de la que pensaba que, a aquellas alturas, podían llegar a hacerme unas cuantas hojas de papel.

La etnia gitana es originaria de la región de Punyab, situada entre la India y Pakistan.
Tras haber practicado una vida más bien nómada durante algunos tiempo, acabaron estableciéndose en muy diversos lugares de Europa.
En Bulgaria hay una comunidad de unos 400.000 gitanos Romanies, aunque no son cifras oficiales, ya que la unión Europea no permite “discriminar” cuando se hacen censos en sus países miembros.
Ya sabéis, aquellas paradojas de la unión Europea: Sí a globalizar mercados para poder abastecerse de la mano de obra de países pobres y discriminarlos con sueldos miserables, pero no a reconocer la diversidad  y las identidades culturales, que eso es discriminar.
Hitler los calificó como “la plaga más grande de la población rural” y, tras los judíos, fue el segundo colectivo más castigado por su intento de exterminio de todo lo que no fuera raza aria.
Ya antes, se había legislado en Alemania para que fueran esterilizados químicamente o castrados.

La costumbre de domesticar osos con fines lucrativos no es algo que surgiera en Bulgaria, siendo una actividad ya practicada por los gitanos en su lugar de procedencia.
Con la consecución del casi pleno empleo y del exitoso sistema de bienestar social Soviético, gran parte de la población de etnia gitana disfrutó de empleos estatales y pudo prescindir de la necesidad de ganarse la vida mediante la explotación de aquellos pobres plantígrados.
Cayó la unión Soviética y con ella la protección social y, de nuevo, buena parte de la población gitana volvió a hacerse con un oso para ganarse la vida, recorriendo los pueblos y ciudades más turísticos de Bulgaria, ofreciendo espectáculos en lugares como aquella ciudad donde cené.
Espectáculos donde osos como Valentina, bailaban al son de la Galduka de su humanos gitanos, comían caramelos como recompensa y se dejaban caer gimiendo, cuando sus amos les pedían que imitasen a Hristo Stoichcov, aquel jugador Búlgaro de aquel F.C. Barcelona que hizo que, en aquellos tiempos, me apasionase el Fútbol.
Año 2007. Bulgaria entró en la unión Europea y, como si otros de sus países miembros no hicieran reprochables aberraciones y no se les permitieran, esta se vio con la autoridad moral para indicarle al gobierno Búlgaro qué tenía que erradicar el uso de osos con fines lucrativos para no desentonar con la Europa “civilizada”, esa que, por ejemplo, permite a sus países miembros pagar a países del sudeste Asiático para que le gestionen (tiren al océano) toneladas de sus residuos plásticos, o que se da la vuelta e ignora el cementerio en  que se ha convertido el mar mediterráneo, gracias a la crisis migratoria que ella misma provocó en Siria.

A día de hoy, la mayoría de aquellos osos danzarines, desdentados y con problemas neurológicos, debido al consumo de alcohol, están en varias reservas naturales donde, no con demasiado éxito, se les ha intentado devolver a una vida semisalvaje.
Allí algunos se adaptan, de alguna forma muy lejana a su estado salvaje, mientras que otros deambulan perdidos, agresivos y sin llegar a adaptarse nunca.
Sus antiguos amos y sus familias se quedaron sin su medio de subsistencia, sin la mascota a la que amaban y a la que en muchos casos, cumplido el proceso de domesticación, trataban como a un miembro más de la familia, y con la tristeza del que pierde a un ser querido.
Con este ultimo párrafo, no estoy tratando de argumentar que no fuera positivo el hecho de acabar con aquellas prácticas de abuso y maltrato animal.

España entró en la U.E en 1997.
España...”el mejor país del mundo” que rebuznan algunos. “¿Qué no?, ¿a qué hay que ganar?, ¿al COVID? Pues toma! Mayor numero de muertos por millón de habitantes!”.
España, el treceavo producto interior bruto del mundo. La playa de la Europa rica. La del viva el vino. La que acaba de abrir el espacio aéreo para turistas Alemanes, mientras aún no permite desplazarse a sus ciudadanos entre provincias. ¿Cómo no iba a hacerlo, si el exministro de interior Español Jorge Fernández Díaz acaba de confesar que el emérito papa Alemán, Benedicto XVI, le avisó de qué el diablo pretendía romper España? Ni los Catalanes, ni los rojos...el mismísimo diablo!

Los favores hay que pagarlos. Y por esas, siguiendo con el sucio cochambeo, siendo que España ayudó a Alemania en la segunda guerra mundial y le sigue comiendo el culo, ¿cómo se le iba a sugerir en 1997 a la gloriosa nación Española, aquella donde no se ponía el sol, que debería empezar a erradicar la tauromaquia? Ni en 1997 ni en 2020, año en qué la presidenta de la comunidad de Madrid acaba de sugerir que se homenajee a los sanitarios de España con una corrida de toros.
Mucho de lo que aún es España, en una sola imagen
Marqués era un pobre toro que en una tarde del año 2011 tuvo la desgracia de ser escogido para que lo toreara una escoria humana llamada Juan Jose Padilla.
Tras cornearle la cara, tratando de defenderse del intento de homicidio de aquel payaso vestido de luces, Marqués fue sacrificado, mientras que Padilla sobrevivió y, a día de hoy, debido al ojo que perdió aquella tarde, se hace llamar “el pirata”, teniendo en twiter la frase: “Dios es el ojo que me falta”.
Con esa frase y tratándose de un torero Españolazo (no gitano), ¿cómo no iba a ser recibido también por el papa Francisco?
La iglesia Católica también le debe mucho a esta clase de abominable gentuza de ultraderecha. Y a la inversa. Tanto el Franquismo como el nazismo fueron apoyados por la iglesia de sus respectivos países.
Así es la unión Europea: Injusta, clasista y fascista (siento la redundancia). Y siendo que el terrorismo, más que en bombas, consiste en ejercer la tiranía mediante el terror que provoca todo lo anterior, en conclusión, terrorista.
Amor por el toro
N. del A: El libro del que hablaba se titula "Los osos que bailan", del autor Polaco Witold Szablowski. Viniendo de un escritor de uno de los países más Rusofobos que existen en la actualidad, se deja leer, no haciéndose demasiado insoportable.

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