miércoles, 6 de noviembre de 2019

Vida y muerte en el pacifico, que no lo es tanto.

Me duelen las piernas. Hacía tiempo que no realizaba una sesión explosiva de tren inferior, y hace un par de días me pasé. Son músculos muy grandes que acumulan gran cantidad de ácido láctico cuando se ejercitan y, si no llevas una rutina continuada, los cristales del ácido antes mencionado, pinchan los músculos provocando lo que se conoce, de forma coloquial, como "agujetas".
Probé el surf al día siguiente y no me gustó. Ya me conozco e imaginaba que así sería. Los deportes que siempre me han enganchado son de resistencia. 
Por otra parte, no soy demasiado hábil que digamos, siendo benevolente conmigo mismo, en los deportes que suponen mantener el equilibrio. Lo cierto es que si se me hubiera grabado, al vídeo le hubiera ido genial la música del show de Benny Hill, aquel cómico inglés que jugaba con humor absurdo. El que más me divierte.
Hoy no tenía ganas de correr. Hacer demasiado deporte aeróbico me lleva a adelgazar demasiado. Además, dificulta el mantener niveles aceptables de testosterona y, en fin, no pretendo sentirme como su fuera "ciclado", pero el hecho de ignorar la importancia de esa hormona, sobretodo cuando ya no se tienen 20 años, es un error.
He empezado a trotar descalzo por la arena de la playa. Suave, mirando el pacífico y sin pensar en el dolor muscular. Pronto dejo atrás el centro de Huanchaco. A un kilómetro de allí, la cosa ya cambia sustancialmente y todo se asalvaja. Ya no hay paseo marítimo ni "chiringuitos".
Empiezan a aparecer peces y cangrejos muertos o agonizando. Veo algo grande y negro a lo lejos. Quiero pensar que es un neumático de camión, pero al acercarme veo que es un lobo marino muerto.
El entorno resulta algo desolador. Lo artificial y turístico del centro de Huanchaco, ha pasado a convertirse en la realidad de por aquí. La playa es salvaje y a unos 200 metros de la orilla, la linea de costa presenta un aspecto algo desolador. Construcciones muy humildes y destartaladas...pobreza.
Tras observar al lobo marino durante un par de minutos, sigo corriendo. Impresiona y me deja con la duda de si habrá muerto, de camino al islote de lobos "loosers" de Salinas, debido a alguna herida infectada por las peleas y el "trajin" (toma expresión viejuna que utilizaban mis abuelos) que se llevan por no perder sus harenes, o lo habrá matado de un golpe en la cabeza algún pescador de por aquí. Parece ser que estos bichos les rompen las redes para comerse el pescado que hay dentro, y bueno, dicen que "cuando el dinero no entra por la puerta, el amor sale por la ventana"...en fin, la frase aquí acabaría con "se le revienta la cabeza al lobo marino".
Sigo corriendo un tanto compungido. Intento cambiar de pensamientos. Vuelvo a divisar algo a lo lejos...hay movimiento en este caso. Son personas tumbadas en la arena. "Los lunes al sol", como aquella película de parados ociosos y amargados. Estos no parecen amargados. Joder, no soy un voyeur, más allá de la mirada ahí medio furtiva que haría todo hijo de vecino, pero "Què collons?", no se han escondido mucho y los tengo delante. Tampoco voy a girar la cabeza de forma totalmente antinatural. Hacerlo sería casi de psicópata.
Supongo que no contaban con un tarado que llegara corriendo desde Huanchaco hasta allí y, llegado el momento, no parece importarles demasiado, si es que han percibido mi presencia, cosa que dudo mucho. Es un rollo muy "fast and furious". 
Pablo Casado o Albert Ribera pensarían: "trabajad, bagos!". Yo pienso: "Energía parecen tener, así que supongo que no pasan hambre...Fuck the money, entonces".
Quizás ahí se esté engendrando una vida...unos mueren, otros nacerán.
Sigo corriendo. Un par de km's más tarde, un enorme pájaro está inmóvil en la orilla. Me detengo al lado de él. No huye. Apenas se mueve. Se deja acariciar la cabeza. 
Algo sé sobre la muerte de seres humanos, pero poco sobre la de pájaros. Había visto uno así antes...en una fría playa de la costa oeste de Escocia. Hacía mucho frío. Aquel era pequeño. Lo tapé con un pañuelo de papel.
Lo dejo en paz. Más allá de mis buenas intenciones, dudo que quiera que un ser humano, de los que lleva evitando toda su vida, se mantenga a su lado y le toque la cabeza, mientras él busca aislamiento y morir en paz.
Doy la vuelta a los 45 minutos. Está empezando a anochecer y, ya en caliente,  puedo aumentar el ritmo y ya no percibo igual que antes el dolor muscular.
La playa no está especialmente sucia, pero no me gusta no ver con claridad lo que piso. Más allá de alguna piedra que me pueda clavar, no puedo evitar pensar en jeringas usadas y abandonadas por heroinómanos, desde que mi padre se clavó una en una playa Valenciana cuando yo era pequeño.
De mi padre, ni he hablado, ni creo que hable demasiado por aquí. La verdad es que no tengo demasiado bueno que decir. Creo que de él heredé algún defecto importante de mi personalidad, y no espero heredar nada más.
No sé a que mandanga le dan por aquí. En Ecuador aprendí que la cocaína es muy barata, comparado con lo que vale en Europa. Supuse que es por la cercanía con Colombia. Sabiendo eso y otras cosas, entendí el motivo del buen rollito extremo que me llevaban 2 tipos Españoles que conocí en un hostel de Ecuador. Viendo el jolgorio eterno que se traían y como sonreían, hasta hablando del tiempo, acabé entendiendo que no es que yo fuera antisocial (que, a veces, un poco sí) o autista. Es que no llevaba su gasolina.
En fin, lleguo a Huanchaco, ya de noche, me baño y el paseo marítimo rebosa de gente celebrando la vida y esperando a la muerte.

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