sábado, 29 de febrero de 2020

Socialismo vs capitalismo (II): Utilizando a una iaia para ligar con su nieta en un tren de Shumen a Varna

Corría el mes de agosto del 2018. Tras haber recorrido en bici parte de Hungría, Croacia, Serbia y Rumanía, entré a Bulgaria desde la ciudad Rumana de Constanza.
El asfixiante calor de aquellos días me estaba empezando a desgastar, y mi mala costumbre de empezar las etapas cuando el sol está llegando a su punto más alto no ayudaba a evitarlo.
Tras llegar a la ciudad de Varna, pegar un vistazo a sus playas y bonito ambiente y almorzar allí, mi ruta debía continuar, dejando la costa y virando hacia el interior del país. 5 días después debía reunirme en Sofía, la capital del país, con Sergio y Alberto, 2 grandes amigos que se acercarían por allí buscando turismo "chill" y un poco de cancaneo nocturno por Sofia. ¿Qué mejor manera para mí de celebrar el final de mi viaje?

Dejé atrás Varna, sin estar demasiado convencido de lo que hacía, mientras el paisaje se hacía cada vez más árido, las sombras cada vez escaseaban más y la temperatura empezaba a flirtear con la barrera de los 40º. Tras completar los 60 km que quedaban y con mi cuentakilómetros superando las 3 cifras, llegué a Kaspichan.
Esta foto es del día que entré a Bulgaria y creo que expresa bastante bien el tórrido ambiente que se vivía por allí durante aquellos días.
Tras comer y beber como si no hubiera un mañana, dormí una mega siesta y desperté destruido muscularmente, distérmico y, por el aspecto de mi orina, totalmente deshidratado.
Me acosté pronto, esperando recuperar de cara al día siguiente y me puse el despertador a las 6 am para empezar etapa temprano y así evitarme otro severo castigo de Ra.
Tras 20 km de etapa y llegando al pueblo de Shumen, asumí que no había recuperado y que estaba "Game over". Debía descansar y mi cuerpo me decía que no era discutible.

Tras valorar las opciones en la estación de tren de Shumen, decidí volverme a Varna y disfrutar durante 3 días de las playas de una de las principales metrópolis de Bulgaria, de la que, por otra parte, había leído que le llamaban "la Ibiza Bulgara". 
Allí podría recuperarme bien y a nadie le importaría un pepino si, para llegar a Sofia, cubría los últimos 500 km's de mi viaje en bici o si lo hacía en tren.
Estación de tren de Shumen
Ya sentado en mi vagón y sin atisbo de culpa o remordimiento de conciencia, me disponía a disfrutar de las vistas, cuando se me sentaron al lado lo que parecían ser una abuela y su nieta de unos 28 años.
La nieta hablaba bien inglés y me preguntó por mi viaje. Parecía francamente impresionada e interesada por todo lo que le iba contando. Su abuela iba interviniendo en Bulgaro y yo intenté hacerla participe de nuestra conversación, mediante la traducción que Aleksandrina (el nombre es inventado) me iba haciendo.

En fin, llegó un momento en que la conversación pasó a ser entre la abuela de Aleksandrina y yo, y la joven Búlgara quedó relegada a una mera mediadora que se ocupaba de levantar la barrera idiomática que nos separaba. La generacional no era un problema, ya que durante mis años de enfermero, creo que aprendí a hacer sentir cómoda a la gente mayor.

En fin, lo cierto es que permití que la situación discurriera por aquellos derroteros por varios motivos. El primero es que sabía que Aleksandrina iba a pasar el día sola en la playa de Varna, así que, si se terciaba, ya tendría tiempo para hablar con ella. 
El segundo es que pensé que quizás a Aleksandrina le estuviera resultando "mono" verme hablando y escuchando a su abuela con interés, y demostrando así cierta sensibilidad.
Para terminar, lo cierto es que me interesaba realmente todo lo que la abuela de Anastasiya me empezó a contar, hasta llegar al punto de que mi interés por hablar con su abuela, empezó a superar al que sentía por hablar con Aleksandrina.

A aquella señora la recuerdo como una mujer carismática, despierta, locuaz y bastante más expresiva que la mayoría de mujeres de su edad por allí. El tema es que se ganó mi atención muy rápido. 
Me explicaba que, antes de jubilarse, había trabajado toda su vida para el gobierno Bulgaro en una especie de puesto administrativo, según pude entender.
Foto del trayecto ferroviario entre Varna y Sofia
Pasábamos por una zona de lo que parecían fabricas abandonadas, con cierto aspecto fantasmagórico, y donde la vegetación crecía salvaje, acrecentando más aún la apariencia de dejadez y abandono.

Aleksandrina me tradujo: -"Que pena que los turistas como tú veáis todo esto así de abandonado y triste. Antes de la Perestroika (Política reformista que se llevó a cabo en la Unión Soviética tras la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov, caracterizada por una apertura hacia los países del bloque occidental y "cierta" liberalización del sistema económico), la actividad industrial aquí era intensa y había trabajo para todos. Nuestros hijos se quedaban aquí con sus padres y la vida era mejor que ahora".
-"¿Qué pasó?", pregunté yo, fingiendo que no lo sabía, queriendo oírlo de boca de alguien que lo hubiese vivido en persona.
- "Pues que el gobierno vendió por 4 duros toda la prospera industria nacional a parte de la casta del país que, como si de hienas se tratara, llevaba tiempo conspirando para conseguir la caída de la URSS y la oportunidad que ello generaría para quien tuviera dinero y pudiera aprovechar la sangría que se desataría si eso sucedía.
Ellos, tras prometer que harían lo posible por mantener los puestos de trabajo, o lo hicieron pero en condiciones de semiesclavitud, o no lo hicieron y echaron a los trabajadores, desmantelaron las fabricas, vendieron la maquinaria y especularon con las naves industriales, vendiéndolas por altas sumas, en muchos casos, a inversores extranjeros que, también como buitres carroñeros, esperaban impacientes para meter hocico en el inmoral, asqueroso e indecente pastel que se estaba cocinando.
Desde entonces, las nuevas generaciones no tienen futuro aquí y si deciden quedarse es a costa de vivir con salarios miserables y trabajando de sol a sol. Ya no hay tiempo para leer, para tocar un instrumento o para pasar tiempo suficiente con la familia y poder educar a los hijos.
Al final, gran parte de la juventud de este país se ha ido y vive en la Europa rica. Allí están mejor. No cobran mucho y no es fácil estar lejos de casa, pero al menos ganan más que aquí, no trabajan tanto y pueden dar más cosas a sus hijos y ahorrar para que vayan a la universidad cuando crezcan.
Para la gente mayor no es fácil porque los echamos de menos y a veces nos sentimos solos. No siempre pueden estar con nosotros si enfermamos o cuando llega nuestra hora."

Llegados a este punto, me dijo que tenía a un hijo trabajando en Inglaterra. Recuerdo como las mirada de aquella mujer había cambiado y ya no expresaba lo mismo que antes de empezar a hablar de este tema. 
Joder, hasta me sentí mal por haber querido ahondar en sus miserias.
Relacionado con ellas, no pude evitar recordar las circunstancias de la muerte de la madre de Anita debido a una neoplasia maligna. Tras pedir un permiso en el trabajo y desplazarse a Letonia, desde Irlanda, para estar con ella, el fallecimiento no se produjo en los días previstos y, ante la imprevisibilidad de la defunción en estos casos, Anita tuvo que volver al trabajo. Su madre acabó expirando unos días después.

Pero todo va bien. ALEGRIA COJONES!!!. Que es maravilloso disfrutar de las libertades de las democracias occidentales, tan estupendas ellas, con sus mercados liberalizados y todas la oportunidades que ello genera. Claro, como las de que cualquier mediocre "pelapipas", por ejemplo del Reino unido, se pueda aprovechar de las bondades de la unión Europea, su libre circulación y la oportunidad que ello le da de contratar Bulgaros, Rumanos, Letones, Lituanos, pagarles menos de lo que les pagaría a trabajadores locales, y que ademas se sientan agradecidos por la oportunidad de salir fuera de su país.

Bueno, para acabar con un tono más amable y volviendo a Aleksandrina, resultó que no eran abuela y nieta, sino amigas. A la señora mayor creo que le acabé cayendo bien y, ya despidiéndonos en el andén, hizo un comentario ingenioso que interpreté como su intención de ayudar a romper el hielo y ayudarme en mis intenciones de acompañar a Aleksandrina en su día de playa.

Y así, una bonita playa del mar negro nos deparó un agradable día de conversación y la intención de volvernos a ver si me decidía a hacer escala de un día en Shumen, de camino a Sofia, para que así me enseñara su ciudad.
Paseo en bici por el bonito "old town" de Varna
Varna me gustó y volvería, pero no resulto ser, ni por asomo, algo parecido a Ibiza. 
El club que en su día había conseguido dar esa fama a la ciudad, había ardido en llamas unos meses antes. Se dice que las mafias, que operan mucho más libres ahora dado el caos que supuso romper el férreo armazón que suponía la URSS y haber dejado las ruinas, campan a sus anchas por allí y que el dueño del club no veía claro pagar el impuesto de protección que las mafias le exigían.

N. del A.: La transcripción de la conversación con la iaia de Aleksandrina es evidente que no es 100% real y que la he mezclado con algo de cosecha propia, pero en esencia y en lo más significativo, puedo asegurar que responde a la realidad de forma bastante fiel.

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