sábado, 18 de abril de 2020

Crónicas de una cuarentena en Colombia (IV): "Siempre quise ser palmera..."

"...estar y no pensar en respirar si quiera...".
Como dice Kase-o, había pasado los últimos años de mi vida deseando ser una palmera, sentir vértigo ante algún acantilado llamado aburrimiento, tedio o hastío, y conseguir mirarlo desde lo alto, para acabar sintiendo que me adaptaba a ello y que alcanzaba algo parecido a los conceptos, algo abstractos y subjetivos, de equilibrio y paz.

 Emulando a Pablo Escobar en sus confinamientos de escapatoria de la DEA
Desde la terraza de la primera planta de la casa donde vegeto, sin remordimiento de conciencia alguno, me balanceo en la hamaca mientras miro otra palmera que hay en el terreno de la finca.
Cada día me siento con más capacidad de abstraerme del teléfono móvil y leer un libro, cosa que me había venido costando hacer en los últimos años.
A decir verdad, salvo en el caso de alguna biografía de algún ciclista, no recordaba la sensación de haber devorado un libro denso, en poco tiempo y habiendo disfrutado plenamente de él.

El pasado verano, en el transcurso de mi viaje en bici por países del norte de Europa, me planteé escribir algo así como un libro de relatos del viaje. Pero la cruda realidad me golpeaba cada atardecer y, tras 100 km's de bici con la intensidad física, y también emocional cuando cada km es novedoso, que eso conlleva, lo cierto es que apenas me quedaban energías para montar la tienda, hacerme la cena, enviar 4 whatsaps y publicar en redes sociales. Después se me empezaban a caer los parpados y "game over".
Ya en Ecuador, me planteé quedarme 15 días en alguno de los lugares que se me recomendaron allí, y escribir sobre lo vivido en los países bálticos y nórdicos.
De hecho, ante la imposibilidad de moverse por Ecuador, debido a las protestas y movilizaciones acaecidas durante el mes de octubre pasado, tuve una buena oportunidad para hacerlo en un precioso pueblo, llamado Baños de Agua santa, donde pasé aquel primer "confinamiento" de los dos que llevo en este viaje por Sudamérica.
Entonces, me di cuenta de que, pese a estar en la situación perfecta para ello, me estaba forzando, de que no me apetecía especialmente hacerlo, y sobretodo de que no me motivaba escribir sobre mis viajes, en absoluto.

El domingo hará un mes que haranganeo en esta casa y, tras una especie de proceso con sus diferentes fases, acepté que las circunstancias, el destino o el SARS-CoV-2, me estaban dando la oportunidad de obligarme a frenar del todo y tratar de sacar provecho a una situación a la que, debido a mi naturaleza algo inquieta, difícilmente me hubiera prestado por voluntad propia.

Así que la estoy aprovechando y el domingo espero publicar, en esta bitácora, el primero de una serie de relatos que creo que se englobarían en un estilo de narrativa corta.
Es algo que llevaba tiempo esperando la inspiración para desear hacer, en una especie de ejercicio literario "ensayistico" de lo que espero que algún día sea algo más serio.

Siempre me han gustado aquellos autores que narran sus historias en lugares que parecen conocer bien, y que consiguen transportarme, de alguna manera, al lugar donde se desarrollan los hechos.
He estado en algunos lugares que creo que vale la pena compartir con quiera leerme y, en base a eso, los relatos se sucederán en lugares que conozco bien y que creo poder describir, despertando así las ganas del lector por visitarlos algún día.

Dichos escenarios serán de los pocos ingredientes del relato que pertenezcan a la estricta realidad.
Los hechos que relato, los personajes, las experiencias y cualquier de los componente que integren las historias, nunca serán ni autobiográficos ni reales, o al menos no lo serán en su totalidad.
Puede que hayan algunos extractos de situaciones reales vividas por mí o por personas que conozca o haya conocido algún día. Puede que casi todo sea ficción aderezada con algún toque de realidad.

Correr en los ocasos de este maravilloso rincón de Colombia me inspira. También lo hacen las noches regadas de vino, en compañía de Niña o Aura y del silencio de Antioquia, solo roto por los miles de insectos que, como si de una filarmónica natural se tratara, ponen la banda sonora a estos momentos de escritura.
Aura, la perra con la mirada más expresiva, casi humana se podría decir, que he visto en mi vida. 

2 comentarios:

  1. Te observan, te critican, te envidian y al final te imitan", "Con los políticos que tenemos en Colombia, ser bandido es un honor", "Porque del pollo yo también como las alas". Sería lo que quieran decir, pero nunca desclasado.espero tu libro hunter

    ResponderEliminar
  2. ¿Entiendo que te refieres a Pablo Escobar y a mí imitándole?
    Complicado tema, pero sí, la gente por aquí tiene asumida la corrupción como algo casi normal e inevitable...hasta un punto sorprendente.
    De momento, relato corto:-)
    Un abrazo zorro

    ResponderEliminar