viernes, 13 de marzo de 2020

Cosas que no sabes de la sanidad privada. Lávate las manos, que ellos también lo hacen.

Hará cosa de un mes, me estuve planteando plasmar aquí lo que ahora, una vez dentro del contexto de pandemia por el coronavirus y con el debate abierto, sí me he visto motivado para ponerme a redactar.
Este post no va de coronavirus, sino de la falta de ética y las malas praxis que, como norma general y fuera de situaciones excepcionales, la sanidad privada tiene totalmente normalizadas en su desempeño diario.
La verdad es que van bien para no hacer largas colas en las colapsadas urgencias de la sanidad pública, y suelen garantizar también la realización rápida de pruebas diagnosticas que, en muchos casos, responden más a las necesidades que genera la hipocondría -no es un juicio, sino una realidad que alimenta y aprovecha constantemente el neoliberalismo- de la gente, que a la necesidad real basada en criterios médicos. 

Puedo entender que, ante depende que nivel adquisitivo y teniendo hijos, uno se vea tentado por alguna de esas ofertas de alguna mutua de salud. Da igual que estén diseñadas para atraer al populacho y que eso implique que estén llenas de clausulas que, en letra pequeña y con palabras bonitas, te vengan a decir que "cuando estés jodido de verdad, te tendrás que buscar la vida". Y es entonces que ahí estará esa sanidad pública que cada vez menos gente se preocupa de defender.
Es evidente en que consiste el negocio de las mutuas de seguros de salud, y es que de todos los pacientes que paguen sus 40-50 e al mes, pocos serán los que acaben haciendo un uso que amortice lo invertido.
Teniendo en cuenta que las mutuas pactan condiciones Kafkianas por los servicios sanitarios que los centros de salud han de suministrar al paciente, ¿en que consiste el negocio para un supuesto hospital privado que pacte con dichas mutuas?.
Para empezar, no te esperes encontrar a los mejores profesionales sanitarios en la sanidad privada. Los mejores profesionales, en general, están donde más se paga. No sé en otros países, pero en España quien mejor paga es la sanidad pública. Por ejemplo en Catalunya, el mejor convenio es el del ICS (Institut Català de salut) que es el organismo 100% público que provee de servicios sanitarios a la ciudadanía de Catalunya.
De la misma forma que los profesionales de la sanidad privada no disponen del mejor sueldo, tampoco disponen de ratios enfermera-paciente que puedan garantizar siempre una correcta asistencia. Por no hablar de la calidad del material del que dispondrán, ni del control y las restricciones a las que estarán sometidos a la hora de hacer uso del mismo.
A partir de ahí, es mucho pedir que los profesionales de la sanidad privada no acaben cayendo en el síndrome de "burnout" (profesional quemado o fundido).

Una vez descrito el contexto, vamos a lo grave.
¿Qué pasaría si, siendo joven, se te complicara un resfriado común y acabaras siendo atendido en un hospital público ante la sospecha de pneumonía? Tras realizarte las pruebas oportunas indispensables (una radiografía básica y una analítica, por ejemplo) y confirmarse una pneumonía en ambos pulmones, se iniciaría el tratamiento en una planta de hospitalización convencional, o en una unidad de "corta estancia" con el objetivo de tratar la patología y mantenerte en observación el tiempo estrictamente necesario para comprobar la efectiva respuesta al tratamiento, de cara a enviarte a casa lo antes posible para no exponerte a los riesgos que supone estar ingresado en un hospital.
¿Qué pasaría en un hospital privado? Para empezar es probable que te sometieran a pruebas que no respondieran a la estricta necesidad diagnostica, sino a otros intereses o circunstancias. Por ejemplo, a las de la falta de pericia del médico a la hora de diagnosticar mediante la exploración física del paciente y sin abusar de más pruebas que las necesarias o, yéndonos a hechos de más gravedad, a la necesidad económica del hospital de inflar la factura que acabará haciendo llegar a la mutua.
Si la petición de pruebas solo supone que el laboratorio del hospital tenga que realizar procedimientos más complejos, a la hora de procesar la sangre que te han extraído, y eso infle la factura final, es cosa de ellos. Pero puede que, ante depende que patología como pueda ser una litiasis renal (piedras en riñones o vías urinarias), acaben sometiéndote a un TAC que no siempre será necesario y que te someterá a muchísima más radiación de la que quizás fuera necesaria.

Volvamos a la pneumonía que quizás a ti se te hubiera acabado diagnosticando y que en la sanidad pública te hubiera supuesto quedarte ingresado el tiempo estrictamente necesario y corriendo el menor riesgo posible.
Puede que la misma situación acabara derivando en un ingreso en una unidad de cuidados intensivos (UCI), con el inmenso riesgo de infecciones nosocomiales (las derivadas del hecho de estar hospitalizado) que ello supone, por no hablar de otros como puedan ser la desorientación cognitiva del paciente
El hospital tendrá así ocupadas las camas de UCI, sacará un "pastizal" a la mutua por cada día de ingreso y, para redondear la jugada, hasta puede que paciente y familia acaben contentísimos y hablando a su entorno de que "anda que en la sanidad pública me hubieran tratado así. Me hubieran despachado rápido, patada a casa  rapidito y cama libre para otro paciente". 

En fin, acabo con una conversación que tuve trabajando como enfermero con un buen traumatólogo Cubano, con el que compartía servicio en un hospital público de Catalunya.
En una tranquila tarde de un mes de agosto salimos a tomar un café y me explicaba que él venía a Catalunya a trabajar unos 6 meses al año y luego se volvía a Cuba a pasar los otros 6 meses. Me explicaba que para él era sumamente cómodo y ventajoso, económicamente, trabajar en España. Cómodo sí, pero en absoluto motivante ni ético, ya que no entendía a que punto habíamos llegado en Europa y en las sociedades capitalistas, en general, en el cual se irradiaba gratuitamente y por sistema a los pacientes, se les administraba medicaciones que no siempre respondían a las necesidades reales del paciente, sino a intereses de la industria farmacéutica y donde, para cerrar la distopía hecha realidad, los pacientes salían contentos y satisfechos.
Me confesó que sus pretensiones de trabajar en España, de acuerdo a criterios éticos y deontológicos, se habían esfumado, hace mucho tiempo, después de un par de trifulcas con pacientes, por no querer irradiarles gratuita e inútilmente, y de haber comprobado lo fácil que era acabar imputado en un juzgado Español por el hecho de querer trabajar bien.

Lo cierto es que la sanidad pública Española tampoco queda exenta del cáncer que supone el paradigma capitalista en que retozamos alegremente, pero, habiéndome movido en ella en su día y habiendo comprobado los esfuerzos de tantos grandes profesionales que la integran y que consagran buena parte de su tiempo y dinero en formarse y mantenerse a la altura de una seguridad social bastante decente y mucho mejor que cualquier alternativa privada, creo que es digna de ser defendida siempre, ante la vomitiva ideología neoliberal que trata de destruirla.
N. del A.: Dado que hace tiempo que no ejerzo de enfermero, puede que haya alguna imprecisión o que la argumentación del texto escrito sea mejorable. En parte porque he tratado de mantener un equilibrio razonable entre la calidad de lo escrito y lo que debía ser un texto dirigido a un posible lector ajeno al mundo sanitario.
Por otra parte, no me entusiasma generalizar, pero hay ámbitos y sistemas donde las excepciones son contadas, y donde procede hacerlo, sin por ello estar faltando a la realidad.

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