jueves, 19 de marzo de 2020

Cuarentena en Antioquia

Tras haber pasado unos 10 días en el Caribe Colombiano, disfrutando de la Dolce vita y de sus paradisíacas playas, y movido por el deseo de ver más lugares de este maravilloso país, decidí tomar un autobús nocturno a Medellín y moverme por sus alrededores para visitar el eje cafetero y algunas otras localizaciones del departamento de Antioquia.
Por otra parte, el día 2 de abril tengo el vuelo de vuelta a Barcelona, con escala en Madrid. Un vuelo que empiezo a pensar que no podré tomar, ya sea por el cierre de territorio Colombiano o por del territorio Español.
En fin, me preocupa poco que así acabe siendo. La verdad es que la idea de volver a casa, tal como están las cosas y con la posibilidad de que la cuarentena por allí se alargue y deba confinarme en a saber que casa, a saber cuanto tiempo, no me resulta demasiado atractiva.
Viendo las cosas en perspectiva, quizás me debiera haber quedado en el Caribe. 
Ayer alargué el desayuno “arreglando el mundo” con los 2 colombianos de Bogotá que pernoctan en el hostel donde me alojo, y con su propietario, un buen tipo de cierta edad, tiros pegados, mundo recorrido e interesantes historias que contar.

Cuando me encuentro en una situación de este tipo, suelo acordarme de mi abuelo.
Mi abuela lo acusaba constantemente de no querer viajar, y lo cierto es que fue algo que nunca acabé de entender, ya que él era un tipo despierto al mundo, siempre interesado en conocer otras culturas y formas de entender la vida, y al que le encantaba hablar con aquel con quien se encontraba aquí y allá. Pero su aquí y allá era la avenida de un pueblo llamado Torrente en la provincia de Valencia.
Recuerdo haber paseado por allí con él cuando era pequeño, y recuerdo que los tipos con los que solía hablar no le daban mucho juego. No quiero decir que no le tuvieran simpatía, pero los pobres no daban para mucho más que para hablar del tiempo y poco más. Y ya imagino que tratándose de tierras de PPeros y del caloret de Rita Barberà, el pobre tenía aprendido que entrar en política o temas ideológicos no era un itinerario dialéctico que pudiera llevarle a nada mínimamente edificante.

Bueno, el tema es que nunca le pregunté el porqué de que no le gustase viajar más. Nunca me hubiera contestado la verdad, ya que veneraba a mi abuela y jamás decía nada negativo de ella.
Con la edad y viéndome en situaciones como la del desayuno de ayer, me acabé contestando yo solo: Mi abuela tenía poca paciencia, cierto carácter intolerante y pocas ganas de hablar de cosas que no fueran sus logros en la vida, chismes familiares o cómo ganar más dinero, un tema que a mi abuelo le importaba 3 pepinos, cosa que ella siempre utilizo para arremeter contra él.
Puedo imaginarlos en un viaje juntos, y no tengo ninguna duda de que ante una conversación de más de 2 minutos de mi abuelo con alguien, un minuto a lo sumo si el tema era política, ella debía sacar el látigo e instarle a dejarse de hostias y mamarrachadas, seguir con la vista clavada en el suelo hasta llegar a otro monumento que alguna guía casposa de turismo dijera que era un delito no ver, y así pasar los días cual autómata, no fuese que se dejasen sin visitar algún pedrusco, plaza o mirador recomendado, y eso hiciese que no les cambiase la vida, como todos sabemos que la cambia el hecho de visitar cada porquería turística que la típica guía indica como un “must”.
Ello sumado a que mi abuelo amaba andar y mi abuela lo detestaba, hace que pueda imaginarle descontando las horas para volver a casa. Y pese a que mi abuelo era bastante sumiso y no le compensaba entrar al trapo, ella rara vez volvía contenta por lo vivido.

Bueno, volviendo a mi desayuno de ayer, el dueño del hostel nos dio su punto de vista sobre la problemática de Venezuela y la marea de inmigrantes que en los últimos años les han estado llegando desde allí: “El problema es que la gente olvida muy rápido la historia, y como hordas de Colombianos inmigraron a Venezuela en sus épocas de bonanza, cuando aquí tuvimos tiempos difíciles y allá había abundancia”.
A mí me ganó al instante y ya no pude dejar de escucharle con respeto y atención.
Se trataba de ese tipo de personas de la que Santiago Abascal diría que se consideran “moralmente superiores”, por el simple hecho de no ser una rata fascista, poco empática, egoísta e intolerante, como lo es él y la inmensa mayoría de los votantes de VOX.

En fin, a partir de ahí nos estuvo dando su punto de vista sobre Pablo Escobar, y bueno, sin dejar de hablarnos de todo lo mucho malo que hizo, nos habló de su voluntad real de ayudar, a su manera, a las clases desfavorecidas y del porqué de que mucha gente lo quisiese. También del motivo real del gobierno Colombiano para permitir que la DEA metiese sus narices aquí y les ayudase a acabar con él, que, según él "man", no fue otro que las pretensiones de Pablo Escobar de entrar en política e intentar nivelar, de alguna forma, esa eterna y desnivelada lucha de clases, donde hay unos pocos que se creen con derecho a vivir con todo tipo de privilegios, pisoteando para ello a todos los demás.
Según él, Colombia sigue siendo un país totalmente preso del narcotráfico y las cifras de la droga exportada a otros países, son bastante superiores en la actualidad de lo que fueron en la época de Pablo Escobar, pero los que mueven esos hilos ahora lo hacen discretamente y en connivencia con el estado.
Para acabar, nos contó como en la época más negra de las FARC, tuvo que huir de su finca ante el terror que la banda revolucionaria instauro en esta zona. Según él, la utilización de una supuesta doctrina Marxista-comunista que aquella banda hizo, fue uno de los motivos de que por estos lares poca gente vea con buenos ojos a quien comulga con opciones radicales de izquierda.
Según nos contó, más allá de mantener a raya a narcotraficantes y ladrones, las FARC utilizaron su posición para enriquecerse y vivir a cuerpo de rey, extorsionando y aterrorizando al supuesto pueblo a quien decían querer liberar.

Bueno, cambiando de tercio, tal como acabe de publicar esto, caminaré, a través de la montaña, los 25 km’s que me separan de un pueblo llamado San Carlos, donde tengo fichado un tranquilo hostel, alejado del pueblo, con wifi, piscina y junto a un manantial.
Me quedaría haciendo el mandril (vídeo) aquí donde estoy, pero el dueño del hostel me ha dicho que los ánimos están caldeados en este pueblo y que ayer hubieron un par de episodios de hostigamiento verbal a turistas en el centro del pueblo.
En fin, si abro la boca es evidente que, desgraciadamente y según mi DNI, soy Español y, dada la historia genocida del país, el racismo que tienen que aguantar en España sus compatriotas, y el imperialismo que España nunca ha dejado de ejercer en Sudamérica, solo les falta que les traigamos más pestes y porquerías a países que lo tendrán muy difícil para lidiar con las consecuencias que el coronavirus está generando en países mucho más preparados para afrontar esta crisis.

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